Somos todos hijos e hijas de Dios

Somos todos hijos e hijas de Dios

  TELÉSFORO ISAAC
Somos todos hijos e hijas de Dios; mas, es bueno tomar en cuenta el texto del Antiguo Testamento, Éxodo 13: 1-15, especialmente Éxodo 13: 11 que, refiriéndose a los hebreos bajo el liderazgo de Moisés, dice así: «Cuando el Señor los haya llevado al país de los cananeos, es decir cuando les entregue el país, según la promesa que les hizo a ustedes y a sus antepasados, tendrán que dedicarle todos sus primeros hijos varones…porque pertenecen al Señor».

Afirmamos hoy que Dios no tiene preferencias singularizadas, porque todos le pertenecemos; pues, «el sol sale para todos». En estos pasajes, sin embargo, hay una aparente incongruencia con lo que creemos y podríamos decir acerca de la equidad de Dios con todos los seres creados a su imagen y semejanza.

Desde tiempos remotos y hasta el día de hoy, las preferencias atribuidas a la Divinidad han levantado ronchas, instigado conflictos y provocado violentas y sangrientas luchas armadas. El Señor sacó con «gran poder a los hebreos de Egipto» donde estaban esclavizados. Al mismo tiempo decidió, según las escrituras hebreas, darles «el país de los cananeos, hititas, amorreos, heveos y jebuseos, que ya había prometido a sus antepasados» (Éxodo 13: 5). [Canaan fue la región de Palestina o la parte entre el río Jordán y el mar mediterráneo donde actualmente hay cruenta lucha entre los palestinos y los judíos por este mismo señalamiento que es atribuido a Dios].

Los descendientes de los que ocupaban las tierras tal vez desde la aparición de los seres humanos en ese contorno y los nómadas que vinieron de Ur de los caldeos, región de Babilonia, y pasaron por Egipto, han luchado y siguen en continuo conflicto por la razón arriba expuesta. Según los hebreos, Dios les dio potestad sobre el territorio ya ocupado por otros pueblos. Sin querer faltar el debido respeto al Padre de las Huestes Celestiales, uno se pregunta: ¿Acaso las preferencias de Dios no pueden ser desenredadas, explicadas con propiedad indubitable y lógico razonamiento? ¿O es que son los visionarios los que se sienten llamados o escogidos los que afirman con carácter de exclusividad y férrea convicción, los que alegan que son decisiones de la Divinidad?

Hay ejemplos que llaman poderosamente la atención de las mentes que reflexionan cuando tratan de percibir lo que hay en la mente de Dios o en el corazón de personalidades o pueblos que se auto atribuyen prerrogativas que lesionan a otras personas, grupos o etnias.

¿Con qué derecho un grupo social, un conjunto político, un pueblo, una nación, piensa y actúa con preponderancia, con engaño, artimañas y por tradición enraizada para quitar tierra a unos y entregarla a otros? Muchas veces esto se hace a filo de espada, a boca de cañón y con violencia a todo dar. No puede ser así, porque todos somos hijos e hijas de Dios. 

La historia está repleta de casos de personas, grupos o pueblos que en todas las épocas y en los cinco continentes, se han manifestado con palabras y hechos exponiendo fórmulas, pregonando sus propias ideas y ambiciones para apropiarse de tierras y posesiones ajenas. Estos alegan que lo hacen por mandato divino, por privilegio de clase social, por ostentación de estirpe racial o por derecho de ser religiosos. Es cuestionable e irresoluto afirmar que es justicia divina otorgar privilegio especial de usurpar las posesiones de unos para darlos a otros.

El mensaje de la Santa Biblia tiene más fuerza cuando una variedad de personas y en diferentes circunstancias da afirmaciones acerca de los atributos de Dios creador que «no hace acepción de personas». (Gálatas 2:16). Hay diecinueve instancias cuando se reitera que Dios ama, protege, juzga y trata a todos con la misma vara de medir y con el mismo celo. La salvación de todos los que creen es dada sin atender al mérito, favorecer o distinguir a individuos, comunidades o conglomerados. El Señor Jesucristo murió y resucitó para liberar a todos del pecado y de la muerte. La obra redentora es para hombre y mujer, para judío y no judío, para esclavos y libres, para ti, atento lector, y para mí, porque todos somos hijos e hijas de Dios.

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