¿Somos verdaderamente un país independiente?

¿Somos verdaderamente un país independiente?

JOSÉ ANTONIO MARTÍNEZ ROJAS
Al parecer, los firmes principios independentistas por los que lucharon y murieron varios de los fundadores de la República han quedado relegados a meros enunciados, y la frase lapidaria de nuestro principal iniciador, el patricio Juan Pablo Duarte «nuestro país debe ser libre de toda potencia extranjera o se hunde la isla» se reduce a una simple expresión de buena voluntad, ya que según lo expresado por nuestro primer mandatario, el doctor Leonel Fernández, somos «un país intervenido» por el Fondo Monetario Internacional (FMI), verdadero gendarme financiero al acecho de cualquier disloque de las finanzas públicas para propiciar, sea un acuerdo stand by, puente o de cualquier índole, un constreñimiento a nuestra independencia monetaria.

Recientemente, el señor secretario de Hacienda, licenciado Vicente Bengoa, advirtió a todas aquellas instituciones que vieron mermadas sus aspiraciones de un mayor presupuesto, que el FMI le impedía una mayor asignación, ya que el mismo había sido discutido y aprobado por esta institución, lo cual no deja dudas de que el verdadero director y ejecutor de nuestras finanzas es ésta institución. Para un país que se auto-proclama independiente, no obstante el mundo vivir la era de la globalización, esto simplemente es una vergüenza intolerable. Sin que nadie me pueda tildar de trujillista, porque mi pasado está libre de toda mácula, el Perínclito al menos fue un nacionalista a carta cabal, demostrado con la firma del Tratado Trujillo-Hull, hoy relegado a un simple monumento que el vulgo ha denominado «obelisco hembra».

El endeudamiento, sin que se sepa la tasa de retorno de la inversión y sin sobre todo supervisión, debería estar prohibido por las Naciones Unidas. Cuánto dinero que debemos estar pagando los contribuyentes se ha dilapidado en endeudamientos fútiles, que lo único que han propiciado es el enriquecimiento de los que de una forma u otra han manejado esos recursos económicos. El tal FMI es un gendarme complaciente que tiene su despacho en nuestra ciudad capital. Y decimos complaciente porque, mientras trata de que se raciocinen los préstamos que recibimos, no prestan atención a la manera de gastarlo. Le prestaría un banco privado a un país que tiene una empleomanía excesiva en un servicio exterior anquilosado, que sólo sirve para recompensar a familiares y amigos de políticos encumbrados. Sino, que se publique la lista de estos «abnegados servidores públicos» muchos de ellos cobrando su salario desde su hogar en la República Dominicana. Lo mismo ocurriría con funcionarios públicos que ganan inclusive mensualmente un salario mayor que el del presidente de los Estados Unidos de América. Pero, para estos desmanes, el FMI está tuerto o en algunos casos tuerto.

Es de rigor también notar que muchos de nuestros «grandes» empresarios también abogan porque se mantenga un acuerdo de stand by con el FMI a manera de mantener la «disciplina fiscal» del gobierno de turno. A nuestro entender, el que debe repudiar la política fiscal son los ciudadanos que mediante el voto popular, pueden el 16 de mayo dar al traste con un mandatario que no sólo se haya plegado y doblegado ante este organismo, sino que crea que es la esperanza salvadora de nuestra nacionalidad. En otras palabras, la entrega de nuestra soberanía económica a cambio de que se les permita obrar libremente en otras áreas, debe considerarse una grave aberración.

Ahora bien, en donde pecamos de «pedantería de la opulencia» es cuando nuestro “humilde” gobernador del Banco Central afirma que tenemos un crecimiento sostenido de un 8,5%. Al parecer, este superdotado funcionario público asalariado no ha hecho el cálculo de apreciación que el salario que percibe es 340 veces superior al salario mínimo de un dominicano que no se explica cómo es posible que exista tanta desigualdad en una isla arropada por la pobreza. Es debido a esta ampulosidad y jactancia, que nuestro país no fue tomado en cuenta cuando los países ricos a los cuales les adeudábamos, condonaron las deudas externas que con ellos tenían contraídos países de economías deprimidas. ¿Cómo es posible condonar una deuda pública externa a un país con tanta riqueza?

Existen muchos casos en los cuales se demuestra nuestro grado fehaciente de dependencia, no sólo del FMI, sino también del Banco Mundial (BM), Banco Interamericano de Desarrollo (BID), Banco Europeo de Desarrollo y un número bastante extenso de instituciones crediticias internacionales, muchas de las cuales han mantenido la discreción y que los ciudadanos comunes no llegan a enterarse. Después de haber citado someramente estos casos precedentes, llegamos a la conclusión de que «habitamos un país con una independencia volátil», tal y como aquella célebre décima: Hoy español nací, en la tarde fui francés, en la noche inglés, mañana no sé que será de mí.

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