El precio del galón de gasolina en República Dominicana fue de alrededor de 5 dólares al cierre de 2023, según datos de Global Petrol Prices, página web que se encarga de realizar el seguimiento de los precios minoristas de combustible.
Siete países de América Latina y el Caribe tienen precios más altos: Uruguay, Chile, Costa Rica, México, Perú, Jamaica y Nicaragua. En cambio, en 17 países de la región el precio es más bajo.
Es importante resaltar que el precio de la gasolina en México es más alto que en República Dominicana (5,4 dólares el galón), a pesar de que ese país es productor de petróleo.
Entonces, cuál sería respuesta a la interrogante de si son altos los precios de los combustibles en el país.
No es simple, porque hay que tomar en cuenta muchos factores.
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Lo primero es el impacto social redistributivo. Contrario a lo que pueden pensar algunos, los impuestos a los combustibles no determinan que en un país más o menos desigualdad social, a pesar de su incidencia en el transporte público y de carga. Al contrario, la evidencia parece sugerir lo contrario: Uruguay es el país que tiene el precio de la gasolina más alto de la región y está entre los 20 países con mayores precios del mundo (7,3 dólares el galón), y al mismo tiempo es el país menos desigual de la región. Y no es una posición que ocupa de manera momentánea. Uruguay ha liderado el ranking de los precios más altos por litro en América Latina desde el 2001, según datos de la CEPAL.
Pero a pesar de un mérito que no resulta simpático, un informe del Banco Mundial afirma que Uruguay se destaca en América Latina por ser una sociedad igualitaria, por su alto ingreso per cápita y por sus bajos niveles de desigualdad y pobreza. En términos relativos, su clase media es la más grande de América, y representa a más del 60% de su población.
En el otro extremo está Venezuela, que tiene la gasolina más barata (0,02 dólares el galón) y la población pobre se mantiene superior al 50 por ciento.
Y a propósito de Venezuela, ese país es un ejemplo de la receta del absurdo: el de subsidiar los combustibles fósiles, que tienen enormes impactos negativos sobre la sociedad.
Debiera ser lo contrario. No solo se debe eliminar cualquier tipo de subsidio a los combustibles fósiles, sino que incluso es sensato plantearse la conveniencia de establecer una “sobretasa ambiental” al precio, pues recetas como la de Venezuela desincentivan la transición a energías de bajo impacto ambiental y la aplicación de una tasa ambiental a los combustibles fósiles la incentivaría. La presencia de subsidios energéticos y la ausencia de impuestos al carbono provocan distorsiones en los mercados energéticos
El otro punto que debe tomarse en cuenta es el fiscal. Para un país con finanzas públicas frágiles, como es la República Dominicana, reducir o eliminar una fuente fácil y segura de ingresos no es fácil y más si ese país está urgido de aumentar en dos o tres puntos porcentuales su presión tributaria. Un desequilibrio fiscal sería más perjudicial para la población por las precios inflacionarios que generaría, que el impuesto a los combustibles.
Además, es de justicia que ante el atascamiento de vehículos que se vive en nuestras ciudades los usuarios de la infraestructura vial hagan su aporte para que el fisco pueda estar en capacidad de hacer las inversiones en su mantenimiento y construcción de calles, puentes y carreteras. Según un informe del Ministerio de Economía, Planificación y Desarrollo, la brecha de infraestructura sería en el país de US$ 9.926 millones para el período 2020-2040.
No obstante, no se debe descartar la probabilidad de que una revisión de los precios de los combustibles y la identificación de fuentes de ingresos alternativas para el fisco, lleven a la conclusión de que hay espacio para reducir los impuestos, pero al momento de abordar esta tarea debe hacerse con responsabilidad, no por meras complacencias.