¿Son eternos nuestros héroes?

¿Son eternos nuestros héroes?

El título de Héroe Nacional conlleva condiciones que hay que preservar hasta el último día de la existencia lo que, en ocasiones, resulta difícil por los intereses que mueven a los hombres.
Considero que el villano, convertido en héroe queda reivindicado. Pero el proceso inverso revierte la condición, aunque respeto a quienes opinan lo contrario y pasan por alto grandes desafueros. Participar en el derrocamiento de un gobierno legítimo y democrático en un país que sufrió treinta y un años de tiranía, es un crimen de lesa humanidad.
Agredir, apoyado por fuerzas interventoras extranjeras, arrasando a sangre y fuego a sectores del pueblo, es una felonía a la patria y más cuando esa población sublevada, buscaba con su lucha, el restablecimiento de un orden constitucional brutalmente cercenado.
Nadie discute el valor que se necesitaba para atentar contra el sanguinario dictador, Rafael Leónidas Trujillo Molina. Pero tampoco es discutible que en el tiranicidio participaron personas que sirvieron incondicionalmente al tirano, hasta que éste lesionó sus familias o intereses particulares.
El fin de la tiranía se veía venir, puesto que había entrado en contradicción con los Estados Unidos y llegado a los máximos extremos de criminalidad y decadencia.
Pero al margen de estas consideraciones, los estudiosos de la historia y de la conducta de nuestros hombres públicos deben ponderar los cambios de actitudes sociales de los individuos.
Porque resulta cuestionable que alguien participe en una hazaña para liberar a un pueblo de la tiranía, y luego se convierta en traidor de la soberanía de ese pueblo y en verdugo de los luchadores por el restablecimiento de la democracia.
Son actitudes que ensombrecen cualquier heroicidad.

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