¿Son importantes las elecciones en Cuba?

¿Son importantes las elecciones en Cuba?

HAROLDO DILLA ALFONSO
Los funcionarios cubanos andan en estos días muy activos tratando de explicar al resto de la humanidad la importancia de las elecciones en Cuba, sin poder mencionar si finalmente Fidel Castro va a volver a ser seleccionado como jefe de Estado y de gobierno.

Estos cargos sumados a sus otras condiciones de primer secretario del Partido Comunista y de Comandante en Jefe lo convierten en una suerte de monarca absoluto. Y así ha sido siempre, solo que ahora el “máximo líder” yace irremediablemente en cama, con toda probabilidad, definitivamente en cama.

Lo más trágico es que estos funcionarios, agobiados por la incertidumbre del día después en un sistema donde ningún político tiene más poder que el que le otorga el convaleciente comandante, saben que hablar de elecciones sin hablar del lugar de Fidel en ellas es, como en las novelas rosa, hablar del amor sin mencionar el sexo.

Y por ello divagan hasta el delirio. Así, el presidente de la Asamblea Nacional (un discreto parlamento que se reúne seis días en el año en un país que se gobierna por decretos presidenciales) ha recurrido nada más y nada menos que a Rousseau para justificar las imperfecciones del sistema electoral cubano que no obstante considera el más democrático del mundo, mientras que la suerte del embajador cubano en Washington –un sempiterno y poco expresivo diplomático que por décadas sólo transita por el país entre embajada y embajada- ha declarado sin sonrojos que el sistema cubano es similar al sistema parlamentario británico, por aquello de que no elige al ejecutivo directamente. Prodigiosas historias de amor donde definitivamente nadie copula.

El sistema electoral cubano a este nivel (no me refiero ahora a las elecciones locales) “elige” unos 600 diputados de una misma cantidad de candidatos, y estos últimos son nominados por instituciones estatales o para-estatales. La propaganda oficial –la única permitida- enfatiza en votar por todos los candidatos como un acto patriótico. Los electores solo tienen derecho a votar en contra de algún candidato no marcando al lado del nombre, pero si alguien quisiera votar contra todos (es decir no marcando al lado de ninguno) la boleta aparecería como voto blanco, es decir no válido.

Si  a pesar de todos estos factores –incluyendo la apatía de una población que vota sencillamente porque es menos costoso que no hacerlo- algún candidato fuera tan sórdido que recibiera más del 50% de los votos válidos en contra, no sería elegido. Pero es muy difícil que suceda. En la historia de este tipo de elecciones existió un caso en que el candidato –un dirigente provincial del Partido particularmente antipático- recibió 20% de votos en contra, lo que no impidió que continuara en sus cargos hasta que fue nombrado embajador en un país sudamericano.

No es un ejercicio irrelevante, pues se trata de un mecanismo de recomposición de la clase política y de legitimación de la jefatura de Fidel Castro, el articulador inapelable de esa clase y de la élite que le acompaña. Pero no es en lo absoluto un ejercicio democrático: la gente no puede influir en quien será candidato, no puede votar entre más de un candidato, difícilmente puede no elegir a alguno y finalmente el parlamento es muy poco decisivo.

Si estas elecciones tienen más interés de lo común es por Fidel. Evidentemente será elegido diputado, lo que es un paso para conservar sus cargos estatales, y aunque ha estado declarando poco interés por ello, no olvidemos que un síntoma de la enfermedad profesional de los políticos es decir lo opuesto a lo que se quiere hacer. Y en eso el Comandante nunca ha sido remiso.

Si en cambio decidiera no ser designado presidente, ello sería un signo indiscutible de que vivimos el comienzo del fin. Pero en el ínterin, aun sin la investidura sería difícil escapar de sus “sabios consejos”. Aún posee la máxima dirección del Partido Comunista. Y más que eso el comandante es de origen gallego, siempre ha admirado a los caudillos latinoamericanos, ha leído profundamente a Lenin y fue educado por los jesuitas.

Y nada de eso es irrelevante cuando del poder se trata.

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