¿Son inútiles las humanidades en la universidad?

<p>¿Son inútiles las humanidades en la universidad?</p>

REYNALDO R. ESPINAL
En la primera serie de esta entrega destinada a reflexionar sobre las tensiones que plantea a la educación universitaria la avasallante hegemonía del mercado, concluíamos dando cuenta, precisamente, del peligro consistente en que por vía de inducción, se incorpore a la academia el modelo competitivo de reproducción social que caracteriza la realidad actual en todos los sentidos.

Algo de ello está presente en el rimbombante título de lo que ha venido en llamarse “aprendizaje innovador”, sin precisarse cuáles son los alcances de tal innovación, y -tal vez lo que resulta más preocupante-, sin considerar que la vocación de la universidad no está en ser vasalla de los “intereses creados” sino en iluminar la conciencia y saber distinguir, dentro de la vorágine de corrientes diversas que se agitan en su entorno, los lobos de los corderos.

Otra cosa es que la universidad cumpla su rol de coadyuvar al desarrollo económico y social a través de una actitud de colaboración y positiva sinergia con el sector empresarial y las fuerzas productivas, pero sin perder su esencia y demarcando claramente los espacios a los fines de no convertirse en valedora de prácticas que dejan mucho que desear a la hora de considerar al ser humano en su esencial dignidad.

Uno de los más preocupantes signos de la tensión actual en que se debate la institución universitaria, lo constituye -sin lugar a dudas- el progresivo declive de los estudios humanísticos. Resulta cada día menos significativa la carga horaria que se dedica a los estudios de ética, historia, religión, literatura y filosofía. Esta última, para colmo de males, fue suprimida de la enseñanza secundaria, con lo que nos encontramos ante la deprimente realidad de que al llegar a la Universidad los alumnos no tienen la mínima idea de quién fue Platón o Aristóteles, aunque la mayoría, desde luego, sean expertos cibernautas.

El diagnóstico se agrava al comprobar cómo van desapareciendo de la oferta académica universitaria las carreras humanísticas. Aterra constatar -por sólo citar un ejemplo- cómo se va cerrando en muchas universidades la carrera de Educación ante la triste realidad- justo es confesarlo – de que la misma no tiene demanda. Y a este respecto cabe preguntarse ¿Se habrán discutido en el seno del Foro Presidencial por la Excelencia de la Educación celebrado recientemente las razones que explican que en los actuales momentos haya un prácticamente nulo interés de los y las jóvenes bachilleres por estudiar educación? ¿Cómo se garantizará -sin maestros y maestras de relevo- la continuidad del sistema?

¿Acaso no resultaría justificado preguntarse por la viabilidad de un país o de un determinado orden social allí donde nadie quiera ser maestro?

Concuerdo en toda su extensión, por tanto, con los juicios que a este respecto ha emitido el profesor Hernández Les, de la Universidad de Santiago de Compostela: “…El artificio de la competitividad en materia de educación se vuelve huero al descubrir que algo está faltando…El saber utilitarista tendrá que compartir espacio con el saber desinteresado, y las viejas curriculas tendrán también que incorporar alguna forma de curricula “inútil” (entrecomillado nuestro) pero trascendental para volver a recuperar el sentido con el que nació la universidad: el placer por el conocimiento. A la larga, producirá más ventajas que la fabricación de técnicos en todo y sabios en nada”.

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