¡Son los mismos!

¡Son los mismos!

En el discurrir de las farsas electorales de Balaguer ante la masiva abstención electoral se instruía a los cuerpos represivos para que ejecutaran redadas en las calles verificando las cédulas de los ciudadanos, con el propósito de ubicar a los abstencionistas y apresarlos por ese “grave delito”. La enjundia popular entraba en acción para contrarrestar este atropello. En mi domicilio de la antigua Félix María Ruiz, de Villa Francisca, junto a César Santos L. teníamos una de las tantas “mesas electorales clandestinas”, donde le insertábamos el sellito a las cédulas de millares de ciudadanos para protegerlos de la represión balaguerista.

Las altas instancias de la oposición se las ingeniaban para conseguir el sellito electoral y este circulaba por todos los barrios en horas determinadas, nosotros solo nos ocupábamos de recoger las cédulas y esperar que llegara el sellito para proceder a colocarlo en los documentos de identidad. Por suerte esa borrasca de grotescas farsas electorales ha desaparecido, aunque hoy predominan otras falsías: las demagógicas.

Es harto deplorable que el debate electoral esté centralizado en establecer cuál de los principales bandos en pugna es el más corrupto. Los planteamientos programáticos son difundidos con disimulo, como un cumplido que no se debe insistir mucho, pues solo son promesas de campaña. Si algún punto ocasiona confrontación se trata de temas demagógicos como la llamada tarjeta de “solidaridad”, cuyo verdadero nombre y fundamento es de mendicidad. Los gobiernistas prometen ampliar su cobertura, el opositor cambiar su contenido y su nombre la: “morena”.

¿Pero es la mayoría poblacional dominicana envejeciente o minusválida para que la prioridad nacional sea la entrega de un chequecito mensual que en esencia no sirve para nada? ¿Acaso no observamos cómo se convierten en manifestaciones multitudinarias los escasos llamados de empresas para contratar personal y acuden en busca de trabajo millares de ciudadanos aptos para ocupar esas escasas plazas, pero que el Estado es incapaz de buscar fórmulas que cumplan ese cometido? ¿Cuándo podremos liberamos del trujillismo y balaguerismo de la cena de navidad y la fundita (ahora cajita) para engañar a los de abajo? ¿Cuándo los de abajo entenderán que se burlan de sus miserias? (La encuesta Gallup-Hoy refiere 67% con ingresos insuficientes para necesidades básicas).

Lo peor ocurre con las llamadas fuerzas alternativas, vanos candidatos con intransigencias para buscar proyectos unitarios que logren colocar un verdadero polo opositor a las ofertas políticas tradicionales, no les interesa el destino inmediato del país. Su participación electoral tiene el propósito de competir por el tercer puesto en las elecciones so pretexto que esto los dimensionaría como los “papaupa de la mática” en un próximo torneo electoral.

Desde el punto de vista práctico todo está definido, dos candidatos dominan el ambiente electoral, el opositor tendría todas las de ganar ante los evidentes desatinos gubernamentales, el empeño oficial en insistir con obras de relumbrón (verbigracia el costoso e innecesario túnel hacia la UASD) por encima de prioridades como la producción, la alimentación, educación, salud y vivienda, pero el principal candidato opositor se empeña en enfatizar aspectos como la tarjeta de “solidaridad” y pintar los frentes de las casas, mientras todos los días “mete la pata”.

En torno al candidato oficialista el asunto es complejo, en realidad siempre ha evidenciado un discreto distanciamiento con los conceptos demagógicos que hemos enunciado y ha mantenido un discurso coherente en relación al desarrollo nacional y se ha atrevido no sólo a difundirlo impreso, sino en CD.

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