Uno de los más graves problemas que arrastra República Dominicana, en todos los órdenes, es la falta de planificación.

La improvisación conduce nuestras acciones en el sector público, y hasta en el sector privado se incurre en esa práctica mal consejera, improductiva y generadora de retrocesos.

Reconociendo las debilidades de la economía, es entendible que muchos dominicanos y dominicanas egresados de las Universidades no tengan empleo garantizado.

Pero existe una elemental falla en la formación de los recursos humanos que requiere la nación. No hemos sido capaces de articular un plan de enseñanza, a nivel universitario, que responda a las demandas de la sociedad.

De los más de 40 centros de altos estudios – pero especialmente de la Universidad estatal – egresan miles de ingenieros, centenares de licenciados en Contabilidad, decenas de médicos y un montón de abogados que luego tienen que colgar sus títulos y sentarse en sus casas a esperar que la suerte les depare una oportunidad.

Hubo una época en que el país contaba por decenas los poetas… pero carecía de suficientes agrónomos que estimularan la producción en las zonas rurales. Desde luego, la aquí expresada es una comparación un tanto irónica.

Nuestras aulas universitarias están felizmente colmadas de una juventud con enormes aspiraciones, pero desafortunadamente cursando las carreras menos indicadas.

Es que “no están todos los que son… ni son todos los que están”.

Planifiquemos, para que en un futuro no lejano podamos tener un mejor y más valioso país.