Subestimar los hechos y señales sobre lo mal que andamos en materia de orden público es tan sistemático que parece una regla del manual de autoridades. Una etiqueta preferida es la de hechos aislados acompañada de interpretaciones que reducen la gravedad de los sucesos. De todos modos, la sociedad se acoge a la realidad palpable y alarmante de que por doquier aparece algún pistolero que mata o despoja o incurre en ambos actos a la vez. En ocasiones se apela a estadísticas sacadas de contexto o que resultan del sub registro con tal de decir que ahora estamos un poquito mejor que el año pasado. Tontería: la posibilidad de ser víctima del crimen en calles y residencias es alta desde hace tiempo y la gente no se tranquiliza por leves disminuciones ocasionales de delitos sino que se preocupa por la debilidad de controles y pobre ejercicio de autoridad.
Habría que padecer amnesia para ignorar que el crimen y la violencia se han generalizado incluyendo episodios insólitos. ¿De cuántas tropelías en vías públicas hubiera necesitado (valga el ejemplo) la prensa holandesa para llegar a alarmantes conclusiones sobre la seguridad en el país, siendo que por allá tales casos sí que son escasos? ¿Hubiera sido necesario que ocurrieran cientos de asaltos diarios a viajeros que salen del aeropuerto Las Américas para que propios y extraños, incluyendo Estados Unidos, sintieran una enorme preocupación por esos hechos?
Sobre el subsidio y sus causas
El subsidio al sistema eléctrico no ha parado de crecer por factores diversos. Algunos difíciles de manejar. El propio vicepresidente de la CDEEE se quejó de la multiplicidad de consejos directivos con una burocracia muy bien pagada. Además se ha denunciado que las nóminas de las Edes subieron a los niveles altos anteriores. Nadie lo ha desmentido. Y se cuestionó la firma de contratos para más plantas sin procurar el mayor ahorro posible, lo que agravaría el efecto de situaciones que atan al país a la compra de energía a precios muy elevados.
La necesidad de subvenciones tiene que ver también con la alta evasión del pago por servicio; los dominicanos ocupan primeros lugares en el mundial en esa omisión por vía del gran fraude de ricos y de conexiones irregulares de pobres. Las Edes están demoradas en reducir esas pérdidas, lo que no es fácil. Estamos ante una cultura, de al menos una buena parte de la nación.