Sopa de ajo para “empapar” el alcohol

Sopa de ajo para “empapar” el alcohol

MADRID, EFE.- Estamos, como todos los años, en tiempos de excesos; a los gastronómicos de Nochebuena y Navidad sucederán los más bien alcohólicos de Nochevieja, matizados probablemente por una buena cena previa y tal vez con la ingestión, a lo largo de la noche y la madrugada, de algún que otro tentempié.

Lo mejor, qué duda cabe, es controlarse; pero váyale usted con controles a un ciudadano metido en juerga.

Yo tengo la sana costumbre, esa noche, de no mezclar bebidas. Ceno con champaña, paso de año con champaña y sigo hasta que me acuesto con champaña. No pretendo que uno no pueda ajumarse con champaña, pero sí que, si no lo mezcla con alcoholes destilados, tarda más y se encuentra bastante mejor al día siguiente.

De todos modos, es mejor controlarse, porque, si no, se corre el riesgo de dar muy positivo en el control de alcoholemia…

Lo de los tentempiés nocturnos o casi matutinos varía mucho con cada país. En España, lo clásico era, y tal vez en algunos ámbitos lo siga siendo, tomarse unas sopas de ajo a mitad de recorrido y un chocolate con churros antes de regresar a casa. Dos cosas bien distintas, como ven.

Las sopas de ajo son plato rústico, antiguo, de hondas raíces castellanas. Hoy hay cocineros en la antes llamada Castilla la Nueva que han sido capaces de elaborar platos muy elegantes y magníficos a partir de las populares sopas de ajo, que suelen ilustrarse ya, a casi todos los niveles, con un huevo, o al menos una yema, por comensal, y ‘tropezones’ de jamón u otro producto porcino.

[b]Receta de una sopa de ajo[/b]

En casa, donde somos bastante soperos, el proceso de nuestra particular versión es, más o menos, el siguiente: cortamos en rebanadas finas pan del día anterior y las distribuimos en soperitas individuales de porcelana refractaria. En sartén, con aceite de oliva, doramos unos dientes de ajo laminados; cuando empiezan a dorarse, se aparta la sartén del fuego y se añade una cucharadita de pimentón. Vertemos el contenido de la sartén en un caldito que siempre suele haber a mano, que da mejor final que el agua pura y dura, y dejamos cocer unos minutos.

Distribuimos en las soperitas jamón en daditos y rodajas de chorizo. Cascamos un huevo en cada soperita y cubrimos pan, chacina y huevo con el caldo hirviente. Por último, unos minutos al horno hasta que se cuaja la clara, con la yema todavía líquida. Reconforta mucho, la verdad.

Por supuesto, si les molesta la presencia en su soperita de las láminas de ajo, nadie les impide suprimirlas antes de los últimos pasos; el ajo ya ha prestado su servicio de impregnar el aceite, primero, y el caldito, después, con su aroma.

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