Son las 8 de la mañana… Píndaro y Herminio recogen a dos de sus amigos fotógrafos artísticos: Juan de los Santos –quien actualmente se recupera de Acalacia, dolencia por retorcimiento completo del esófago-, y Kutty Reyes… Juntos van a vivir una de las más gratificantes experiencias…
El día anterior, Herminio había recibido “El milagro de Consuelo”, un compendio de la tesis doctoral de la Dra. Leonor Elmúdesi de Bancalari y que, con orgullo y agradecimiento, consigna en su documento que espera que los resultados de su investigación tengan relevancia en entidades nacionales e internacionales, y en la sociedad en general…
“Y, ¿Qué opinas de él?” –pregunta Píndaro-…“Cuando se deja un legado tan valioso como este, hay que ir a la fuente que lo ha originado, y… ¡por eso es que vamos a Consuelo!”.
Luego de 45 minutos hacia el Este, doblando hacia Hato Mayor un letrero les sorprende: ‘Bienvenidos al Batey Consuelo’… Unas cinco cuadras dentro del poblado, unos edificios indican: ‘Escuela Divina Providencia’… A entrar, a su izquierda un tráiler de una telefónica les indica que la tecnología ya ahí ha puesto su sello… A la derecha, una bandera dominicana les da la bienvenida y les permite ver un busto que reza: Sor Ana Nolan…
Unos metros adelante les recibe una sonrisa y una invitación a pasar a sentarse en unas cómodas mecedoras de caoba, son el preámbulo de uno de los momentos más gratificantes de sus vidas… ¡Es sor Leonor Gibb!… “Un 3 de septiembre del 1958 fui invitada por mi superiora a venir desde Canadá al país… Sor Ana Nolan y sor Susana me acompañaron a Yamasá… Ya, a los de tres años, habíamos formado unos 70 alumnos y nuestra congregación aún sigue allí” –dice sor Leonor.
Sin embargo, la ordenanza de radicarse en un paraje llamado ‘Batey Consuelo’ sería el nacimiento de los sesenta años espiritualmente más fructíferos de sus vidas… “Al principio, teníamos tres grupos: Los cocolos, los dominicanos y los haitianos –nos dice-, fue muy difícil… Ningún maestro dominicano soportaba quedarse enseñando más de un año aquí… Frecuentes pleitos con cadenas, piedras y cuchillos estaban a la orden del día… Entonces, nos propusimos un reto: ¡Crear armonía entre los tres grupos de habitantes!… Para ello, nos ayudaron dos cosas fundamentales: ¡Los deportes, y la música!”
“Cuando llegamos a 700 alumnos, sor Ana Nolan –que era un Buldócer-, fue directamente a tres instituciones: Obras Públicas, para conseguir los planos y el presupuesto; el Consejo Estatal del Azúcar, para conseguir el terreno; y la Secretaría de Educación… En las dos primeras se les abrieron las puertas de inmediato, pero en la última primero les cuestionaron: ‘¿Dónde van a poner ese palacio que quieren construir?’… ‘En el Ingenio Consuelo’ –respondió ella-… La reacción: ‘No, no, no… Eso tiene ser construido en la capital, en San Pedro o, por lo menos en la carretera pero no en un batey… Bueno…Pondríamos una enrramada con aire y luz del día’…La respuesta contundente de sor Nolan no se hizo esperar: ‘Yo creo que los niños de esos bateyes merecen la misma consideración y el mismo respeto como cualquier otro niño dominicano’… Y… ¡consiguió la escuela!”.
“Una vez, ante la queja de un profesor sobre una pelea entre un dominicano y un cocolo, les sugerí a los muchachos irse debajo de una mata y zanjar sus diferencias… Al rato, ambos regresaron y me dijeron: ‘Nos hicimos amigos’… ¿Y cómo lo lograron? –les pregunté-… ‘¡Agarrándonos de las manos y prometiendo no volver a volver a pelear más!’… Al día siguiente, el padre del cocolo vino hasta mí y me expresó: ‘Hermana, lo que ustedes nos están enseñado es que, en el fondo, somos uno solo’… A raíz de ese incidente, un profesor descendiente de cocolos –el gran Miguel Phipps- que se enteró de los detalles, escribió ‘Consuelo Mío’ que, luego y con la música de Jesús Manzanillo, se convertiría en el Himno de Consuelo”.
Mientras sor Leonor caminaba con nosotros por el pueblo y nos mostraba los talleres de mecánica, el edificio del Centro Cultural –que todavía espera por donaciones para ser terminado-, el Hogar de Asilo para Ancianos, y la casita donde nació este sueño, los habitantes le reverenciaban con un impresionante respeto, mientras nuestro amigo Juan de los Santos expresaba que sus dolencias parecían ir casi desapareciendo mientras impactado la escuchaba… “El resultado de nuestro esfuerzo ha hecho que, de los egresados de este modelo educativo que llevamos a cabo, hayan salido todos los profesores de las escuelas del Distrito 0506 que, además, entrenan a los padres de la comunidad, orientándolos en cómo tratar a sus muchachos, a sus familias… Tenemos 7 escuelas primarias con 4,245 estudiantes, 5 liceos con 2,744 estudiantes, 13 escuelas en los bateyes con 1,184 alumnos 4 escuelas privadas con 538 estudiantes… ¡Esto nos da un sorprendente total de 8,711 actuales alumnos, producto del Modelo de Consuelo!”
“Sor Leonor, ¿dónde nació el apoyo a este proyecto? –pregunta Píndaro-, a lo que ella responde sin vacilar y llena de agradecimiento: “¡Don Gustavo Tavares!… Un padrino, amigo, benefactor… Un hombre que tenía la intención de hacer algo por la educación pública en todo el país y que, con su empeño, dio inicio a EDUCA… Con este proyecto educativo, queremos dejar la semilla para que siempre se tenga presente que el maestro y la maestra son el brazo derecho para el progreso y la felicidad en el país. Y que a los estudiantes debemos tratarles con justicia y con cariño, pero exigirles!”.
Y Píndaro agrega: “¡El milagro de Consuelo debe replicarse y perpetuarse en el tiempo!”.