Sorpresas en el interior de las casas coloniales

Sorpresas en el interior de las casas coloniales

POR SEGUNDO ANTONIO VÁSQUEZ
La ciudad intramuros está llena de construcciones coloniales donde también aparecen edificaciones en cuyo interior se descubre una que otra sorpresa de gran valor arquitectónico.

El edificio colonial situado en la calle Isabel La Católica número 212, que perteneció a Francisco Garay y fue donado por el Estado a la Aseguradora Dominicana Agropecuaria C. por A. (ADACA) con la condición de restaurarla, fue restablecido en 1986 por el arquitecto Esteban Prieto. Este lugar actualmente alberga a la Cámara de Comercio, Industria y Turismo Alemana, Inc., y es uno de los que interiormente guarda sus secretos estructurales.  

Es un inmueble construido en distintas épocas, la primera en el siglo XVI y la segunda del siglo XVIII. Tiene un frente con rígido portal en cuya parte superior se abre un curioso balcón decorado con ligeras curvas y remates.

Sin embargo, en el segundo nivel hay cuatro balcones más, de igual forma, pero que tienen barandas de hierro retorcido.

Ya en el primer nivel se aprecian tres ventanas normales y otras dos puertas sencillas, las cuales tiene vidrios que proveen claridad y ventilación al interior, pero la del medio, que es la más amplia, aparece con dos cortas columnas laterales incrustadas en la pared, las cuales presentan un bloque que va a dar al balcón principal. En la parte superior aparecen otras dos columnas iguales en cuyo tope hay una especie de pilastra, pero ambas están unidas por una moldura que lateralmente van formando ondas. En su centro se eleva otra especie de pilastra labrada con estrías.

Ya al final del techo se aprecian una moldura sobresaliente que bordea toda la fachada.

El interior tiene una singular peculiaridad al tener el suelo del primer nivel más elevado, donde se ve un pasillo con una escalera enladrillada de tres peldaños que llega al patio entre dos muros de carga.

También, en el espacio entre dos muros de carga del segundo nivel, se ve un gran salón rectangular, estrecho y largo, con tres arcos de ladrillos recortados y huecos y, el tercero con la curva del arco levantada con piezas verticales de piedra, pero rebajado a manera de cuenca.

Hay un vestíbulo angosto que se comunica con el segundo espacio con dos muros de carga donde hay un arco de medio punto enladrillado justo al inicio de la escalera.

En el patio aparece la planta de un polígono desfigurado que la divide de la parte posterior del edificio donde se aprecia una escalinata de ladrillos con cinco peldaños que da entrada al traspatio más alto, tras cruzar una arcada. Además, hay una habitación pequeña de hormigón armado, la cual ocupa lo que fue un callejón que dividía este edificio de la casa contigua.

Al fondo norte hay un muro grueso con un espesor de unos 70 centímetros, construido de tierra, cal, cascajo y agua que al secarse se convirtió en concreto, en el cual aparece uno de los pozos medianeros coloniales más curioso, al tener una bóveda de arco con aristas enladrilladas y un brocal, con el empañete antiguo, en la pared norte que está al descubierto, cuyas tres cuartas partes se encuentran en el subsuelo de este patio y la cuarta parte siguiente pertenece a la Casa del Cordón, contigua a este edificio.

Otra curiosidad interior es que en el medio del patio poligonal se aprecia la construcción de una fuente de hormigón armado, la cual contiene agua con matas de lilas.

Por igual, en el muro oeste del patio aparecen dos arcos de ladrillos entre dos muros de carga, que a modo de un ancho pasadizo le atraviesan después de subir unos peldaños, los cuales vencen el desnivel que comunica el edificio con el traspatio. Estos colindan por la parte sur con una casa donde se encuentra un pozo medianero cuyo brocal enladrillado está tapado.

 Además, al lado derecho del patio se aprecia un algibe que también está cubierto, el cual hoy sirve de cisterna.

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