Sorpresas montevideanas

Sorpresas montevideanas

Tres horas exactas le tomó al barco recorrer el rumbo sesgado entre Buenos Aires y Montevideo, navegando a más de 70 kilómetros por hora por el río de La Plata. Los caribeños no estamos acostumbrados a estas extensas navegaciones fluviales. Nuestras vías de agua apenas dan para irrigación.

Desde el estuario se contemplaba una ciudad de arquitectura tradicional, con predominio de lo europeo templado. La relativamente pequeña metrópoli que es Montevideo albergaba sorpresas

Hospedado con una familia uruguaya por mucho tiempo admirada, el primer gran asombro provino del hecho de que el agua de las cañerías es absoluta y sanamente potable. Ni siquiera en los nuevayores la gente se atreve a tragar agua  directamente de la llave sin que medie un proceso inmediato de purificación. Recordé entonces los botellones, las botellas y las botellitas plásticas que estamos obligados  a comprar los dominicanos para hidratarnos. Indagué entonces sobre el equivalente al sistema dominicano de la cisterna y la bomba impulsora para abastecer toda la casa.

Ante la pregunta, la anfitriona enarcó las cejas y elevó los hombros como si no entendiera el idioma en que había sido hecha la pregunta. Desconcertaba la curiosidad porque el servicio local de agua potable y el de la energía eléctrica funcionan sin interrupción las 24 horas de cada día de los siete que tiene la semana. Agua de calidad que llega con presión suficiente. La ciudadanía disfruta de estos servicios con naturalidad y con la confianza de que no le puede ser arrebatado. Y no se puede decir que este es un país rico ni más avanzado que República Dominicana. Mediante plebiscitos de alcance nacional, se estableció que el agua y la electricidad son  bienes públicos que nunca deben pasar a manos privadas para ser utilizadas con fines de lucro. Fue la inmensa mayoría del pueblo la que decidió que el agua y  la energía son de todos y para todos.

El acuífero guaraní es considerado inagotable y, por esa razón tiene que ser protegido y preservado para que nunca se contamine ni caiga en manos privadas ansiosas de lucro.

Otro asunto que sorprende a los visitantes es la humildad y la modestia que predomina entre los Senadores y Diputados del movimiento de liberación nacional que forma parte de la coalición de gobierno. Estos congresistas, por decisión propia y libérrima, se impusieron un tope salarial de manera que nadie gane más que nadie.  La diferencia entre lo asignado en el presupuesto como salario oficial y el tope que se impusieron es utilizada para ayudas de tipo social y político a través de su organización. Esto es totalmente contradictorio y antagónico con el barrilito de los congresistas dominicanos, quienes reciben una enorme suma de dinero por encima de su lujoso salario para que puedan politiquear y practicar el clientelismo.

Enorme contraste ético entre aquellos congresistas uruguayos que practican la solidaridad social con su propio salario y sus pares dominicanos que reciben ilegalmente una fortuna para eternizarse en el cargo y consolidar la corrupción.

No he podido encontrar entre los congresistas del oficialismo uruguayo de liberación nacional un solo automóvil lujoso y de último modelo, como tampoco una jeepeta como las que acostumbramos a ver estacionadas frente a las oficinas del Congreso Nacional en Santo Domingo.

La modestia predomina porque esos legisladores no han entregado su dignidad, ni olvidaron la doctrina de honestidad de sus líderes. Esos no se pasaron a la derecha política con el colchón, el perro, la mujer y la conciencia para entonces decir que han alcanzado la modernidad.

Estos sudamericanos, con un pasado de sacrificio en el que arriesgaron todo, que pusieron su carne en la parrilla, tienen toda la credibilidad de que son merecedores. Aunque han ganado las dos elecciones recientes, no se abalanzaron a aprovecharse del erario sino que preservaron la organización y el pensamiento de sus líderes ya idos. Por eso el pueblo uruguayo los respeta y cree en ellos, porque piensan, hablan y actúan de manera coherente. Como debía ser para todo aquel que respete el pasado de su organización, de su liderazgo histórico y de su patria.

Buen ejemplo, ¿no?

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