SOS: Zona Colonial
en peligro de muerte

SOS: Zona Colonial <BR>en peligro de muerte

El docente Mario Sartor, responsable del Centro Internazionale Alti Studi Latino Americani (CIASLA) de la Universidad de Udine en Italia, anualmente organiza una conferencia internacional donde se invitan profesionales y expertos de la cultura, de nacionalidad italiana y latinoamericana.

Este año la conferencia ha tratado el tema de la “Conservación, Tutela y Uso de los Bienes Culturales: El caso latinoamericano. Reflexiones y propuestas después de cuarenta años de las Normas de Quito”, desarrollado durante los días 10-12 de septiembre en el antiguo y bellísimo Salón del Parlamento del Castillo de Udine y en la Aula Magna de la Universidad de Idiomas de Trieste.

La  inauguración estuvo encabezada  por el subsecretario de las Relaciones Exteriores, el Senador Vincenzo Scotti, y otras relevantes autoridades italianas e internacionales. Entre los conferencistas invitados, que eran treintisiete, habían representantes europeos, centro y suramericanos; de la Unión Latina, UNESCO, ICOMOS, ICCROM, BID, de la Pontificia Comisión para los Bienes Culturales de la Iglesia, directores y curadores de los Museos Cívicos Venecianos, Museos Históricos Vaticanos, Museos argentinos, chilenos, de Caracas y Montevideo; de las universidades de Bologna, Udine, Trieste, Zaragoza, São Paulo, La Habana, Québec, Cuenca, Universidad Nacional de Colombia, Universidad Mayor de San Marcos de Lima, Universidad Iberoamericana de México, y expertos restauradores e investigadores del patrimonio cultural, entre los cuales Bruno Zanardi, profesor de restauración en la Universidad de Urbino, que ha restaurado obras famosísimas como la Columna Traiana, los frescos de la Basílica de Assisi, las pinturas de Giotto en Roma y de G.B. Tiepolo en Venezia, etc.,  y autor de libros sobre la restauración.

Los textos de la conferencia han sido recogidos en el libro “StudiLatinoamericani, Estudios Latinoamericanos, n. 05. Conservación, Tutela e Uso de iBeni Culturali”, que se encuentra en la biblioteca de la Universidad APEC.

Esta reunión quedará grabada en la historia, porque de cada experiencia y de cada aporte profesional dado por los relatores, se dará nacimiento a la “Carta de Udine” como ulterior sostén actualizado para la protección internacional de los bienes artísticos y culturales. La Carta de Udine, entrará hacer parte de las “Cartas del Restauro”, líneas guía dirigidas a las definiciones de los criterios de salvaguarda, conservación y restauración, o sea, documentos teóricos destinados a sujetos públicos y privados que poseen como objeto el monumento, la obra de arte y la cultura en general.

Como invitados para representar la República Dominicana, fueron Avelino Stanley, para los bienes intangibles y yo, Simona Cappelli, para los monumentos. Avelino presentó el tema muy tocante sobre la situación penosa que sufren los grupos folklóricos de los Guloyas y los Congos, que a pesar de ser incluidos desde años entre los bienes inmateriales protegidos por la UNESCO, no reciben el apoyo prometido; yo, dicté el tema que me pidieron desde Italia, sobre el “Estado de conservación de la Ciudad Colonial de Santo Domingo” que resumo por un factor de espacio editorial y que se encuentra integral en el libro citado arriba. Mi conferencia ha sido acompañada por 300 diapositivas que han permitido a los participantes un recorrido visual de la zona colonial.

“Estado de conservación de la Ciudad Colonial de Santo Domingo”.  La actual Ciudad Colonial de Santo Domingo, desde su fundación ha sobrevivido a numerosos acontecimientos, causados por ciclones, terremotos, asedios, invasiones, carestías y conflictos tanto de orden económico como sociales. Desde de fines del siglo XIX, se han sumado las presiones que ejerce el desarrollo urbano y que son las causas de relevantes cambios fisonómicos.

En la actualidad, dentro de la muralla se custodian más de sesenta monumentos de interés histórico, que han sido los primeros edificios e instituciones del nuevo mundo: la Sede Episcopal, la Real Audiencia, el Cabildo, las primeras dos universidades, los conventos, los dos hospitales, la Casa de la Moneda, las viviendas, las primeras instalaciones militares y los muros de defensa.

Por todas estas primacías, en 1990, fue declarada por la UNESCO, Patrimonio de la Humanidad. Sin embargo, los edificios que deberían ser considerados de interés nacional y colocados  bajo la protección de Patrimonio dominicano, son muchos más.

Existen muchas casas de patio del siglo XVII y edificios de la época republicana comprendidas entre el período de finales de 1800, a inicios de 1900, que deberían ser protegidos y considerados monumentos de importancia relevante como los anteriores.

Aunque la ciudad conserva una buena parte del trazado y espíritu de la época de su fundador Nicolás de Ovando y es posible reconocer en las construcciones la influencia española e italiana, las transformaciones del entramado urbano y arquitectónico han sido muy abundantes. El aspecto actual, es de una falsa imitación de lo antiguo, con confusión en su estética original y, sobre todo, sin notoriedad visual de las acciones realizadas en las restauraciones empezadas en 1972. La sensación que da la zona colonial, principalmente en el turista extranjero, es desagradable.

Los datos de unas encuestas, demuestran que la ciudad es un lugar atractivo por su particular estilo arquitectónico, pero que muestra un espacio desordenado, sin huellas de la historia, con calles asfaltadas, malolientes, repletas de basura y desechos sólidos, peligrosas por los enormes huecos de las alcantarillas sin protección y los innumerables cables eléctricos que afectan la visión de las calles; las aceras están rotas o arregladas sin criterio estético con cemento; el ambiente es muy ruidoso y muy contaminado por el desenfrenado uso de plantas eléctricas que deben suplir la deficiencia en el suministro de electricidad, contribuye al caos el congestionado tráfico de vehículos; existe una alta presencia de perros callejeros y de personas sin hogar que deambulan por las calles o que viven en los rincones de las aceras.

Los vecinos y habitantes del centro histórico sufren, además, carencias por la ineficiencia del sistema de drenaje y del abastecimiento hídrico, así como por la propagación de plagas debido a moscas, palomas, ratones y cucarachas.

La zona colonial también está amenazada por lo obsoleto, tanto funcional como físico de algunos edificios históricos de finales del 1500, de los siglos XVII y XVIII. Muchos edificios están en completo abandono y deterioro, o utilizados como tiendas y viviendas de bajo costo, talleres de reparaciones, depósitos, o en mal estado de mantenimiento.

La ciudad está completamente sometida a la invasión de las algas verdes epilíticas, que por el clima y la falta de mantenimiento, presentan una elevada capacidad de reproducción y crecimiento. Estas algas colonizan los edificios con facilidad porque para eliminarlas no se utilizan biocidas específicos, sino cepillos de hierro que esparcen sus esporas sobre todas las superficies del entorno.

Arbustos, hierbas y especies leñosas, crecen con facilidad en los remates de los edificios, en los alvéolos y hoyos más profundos de las piedras, donde se crean importantes fracturas y desprendimiento de material lapídeo. Alrededor de los principales monumentos, las palomas, con sus excrementos, producen corrosiones y formación de bacterias y hongos.

Estos lugares están  sobre poblados, principalmente, porque hay comerciantes de estas zonas que ofrecen alimentos para atraer los turistas.

La alta presencia de cemento sobre los edificios coloniales causa graves daños a las estructuras originales, retención de humedad, eflorescencias salinas y perdida de revoques.

Los rincones de las fachadas están cubiertos por capas de polvo y de anhídridos que se forman por el alto tráfico de vehículos y por la emanación del monóxido de carbono, debido a los mismos y a las plantas eléctricas que funcionan con gasoil.

El monumento que más presenta este estado de degradación es la iglesia de Regina Angelorum, sobre todo en el portal este, que sufre un alto grado de corrosión por la acción del ácido sulfúrico que transforma la piedra en sulfato de calcio. Los bajorrelieves que complementan el friso, el tímpano y los capiteles, únicos ejemplos existentes, se están perdiendo por completo.

Los museos establecidos en estos edificios coloniales, por repercusión sufren todos estos problemas que se han citado. Las paredes externas influyen internamente las situaciones de degradación que presentan y que se acentúan más, por la falta de ventilación y de un cuidado específico.

Todos los museos de la ciudad colonial no son espacios aptos para conservar obras de arte. La iluminación y la ventilación son dadas por las ventanas constantemente abiertas; el intercambio externo/interno de temperatura y humedad relativa, de rayos ultravioletas, de esporas biológicas, de partículas atmosféricas, de contaminación carbónica, es facilitado sin control alguno de maquinarias específicas para la medición de estos elementos.

Los museos no reciben ninguna ayuda económica para conservar los edificios en que residen: Las escasas labores de mantenimiento, se actúan con las ganancias creadas por el exiguo turismo.

Patrimonio Monumental recibe pocas inversiones de dinero que utiliza para arreglar edificios ya en alto estado de deterioro. Estas instituciones solamente reciben del Estado el sueldo para el personal y el dinero para comprar material gastable.

Los inversionistas privados que restauran casas históricas, no deben cumplir ningún tipo de normativa de conservación, a pesar de que existe una vigilancia constituida por la gestión del Ayuntamiento y de Obras Pública, por instituciones, patronatos y oficinas de conservación del patrimonio monumental u organizaciones como ICOMOS, CARIMOS y UNESCO.

La única regla que se impone en la rehabilitación de estos edificios, es la de mantener las fachadas, sin averiguar el uso de los cromatismos, de las técnicas y de los materiales. Por consiguiente, se han perdido espacios y elementos arquitectónicos originales, en el afán por adaptar la vivienda al nuevo uso, que sigue las pautas y elecciones del gusto personal del propietario.

Siempre debido a la falta de control por parte de las autoridades, en muchos patios privados se han elevado construcciones o edificios que no respetan físicamente la estructura original y estropean el entorno, cambiando el panorama y ofreciendo una visión de violento contraste arquitectónico.

Las aplicaciones de métodos y materiales no se efectúan de manera sensata, porque dificultan la posibilidad de ser retiradas en el momento conveniente: Pese a que existe un relativo conocimiento, ninguno se preocupa de sustituir  cemento  y acrílicos con materiales compatibles y reversibles.

Todo este contexto causa muchas dificultades para la conservación de los monumentos; restaurar en Santo Domingo es una tarea ardua, sea por la falta de documentos exhaustivos, sea por la utilización de materiales irreversibles, que por la falta de mantenimiento y de voluntad para actuar con conciencia y criterio. Estos problemas, asociados a la carencia de expertos restauradores y científicos, completan el cuadro de análisis de la situación.

Quién trabaja en el campo específico de la restauración, no es licenciado en esta carrera y presenta muchas carencias en el contexto de los conocimientos técnicos, científicos, filológicos y éticos de la conservación; quién se ocupa de labores de mantenimiento, no hace los esfuerzos necesarios para cumplir con juicio, criterio y rigurosidad profesional sus tareas.

Por eso, es normal encontrar: espesos depósitos de polvo sobre las obras museales, o pinceladas de pinturas acrílicas para paredes sobre tapices del 1500, u obras en delicado estado de desprendimiento dejadas a su destino por varios años, o plantas superiores ya adultas en las paredes de las ruinas e iglesias, o excrementos de palomas olvidados en los pisos, o herramientas oxidadas abandonadas en hoyos de los muros antiguos, o fogones encendidos en proximidad de paredes antiguas en áreas protegidas, o charcos de agua luego de la limpieza, o desaparición de objetos museales, o películas pictóricas al óleo carbonizadas y barnices de pinturas sobre tela alterados por los rayos directos de la luz, o frecuentes efectos bloom en los barnices, etc.

Soluciones

Se ha dado un gran paso con la implementación y puesta en marcha del Plan estratégico de revitalización integral de la Ciudad Colonial de Santo Domingo, realizado en 2003 y que sólo ahora se está logrando poner en acción, luego de la oposición de varias instituciones que gestionan la ciudad colonial.

Es un plan muy cuidado bajo todos los aspectos urbanísticos de la ciudad, pero incompleto o poco claro en el contexto conservativo de la misma.

En su texto se mencionan algunas soluciones, como:“El acondicionamiento del Hospital Padre Billini” y “Que la planta flotante ubicada en el río Ozama se encargue de manera exclusiva a proporcionar energía a la zona colonial”.

Se opina que el hospital debería ser mudado, en cuanto ocupa un espacio de carácter monumental., además, siendo una dependencia del Estado, recibe pocas inversiones de dinero que tampoco son suficientes para cumplir a nivel sanitario. La estructura hospitalaria está influyendo de manera negativa en las iglesias del Carmen y de San Andrés.

La planta eléctrica de la zona, constituida por dos barcos flotantes, los cuales suman y acentúan aportes considerables al proceso de degradación ambiental y que por su cercanía a un sitio de Patrimonio Mundial, invalida su instalación en este lugar, no solamente por la contaminación, sino por la agresión visual que provoca al panorama y la distorsión que crea en el entorno.

Otras soluciones que el plan propone son: “Dejar las fachadas de los inmuebles tal cual están y hacer construcciones modernas detrás de estas”, que se contradice con “Se deben establecer regulaciones para no permitir construcciones modernas, sino de la época colonial”; y con “Se deben conservar las estructuras arquitectónicas de la época”.

Un factor clave que parece no haber sido considerado, es la aplicación de estas soluciones en conjunto a un Plan de Conservación y de Mantenimiento de los Monumentos, donde se pongan normativas sobre el uso propio de los materiales, de los criterios de restauración y remodelación, del cromatismo de las fachadas, de las obligaciones del propietario hacia el inmueble, etc.; porque, soluciones como: “Que se tome de referencia la experiencia de Cartagena de Indias para la revitalización de la Zona Colonial”, o “Crear un programa de concientización para rescatar la Ciudad Colonial”, o “Crear un programa con el banco comercial para financiar la restauración de las casas a unos intereses blandos”, o “Modernizar la zona colonial sin que pierda el valor histórico y el valor cultural”, o “Reglamentar las fachadas de los inmuebles”, o “Rescatar la imagen visual de la zona colonial”; tienen un grado de medición poco claro que pueden ser interpretadas en múltiples formas según la comodidad de quien las usufructúa.

Los escasos restos antiguos que determinan la historia de este país, se están perdiendo lentamente por intervenciones equivocadas y por descuido debido a la total ignorancia o por falta de interés por la limitada ganancia económica o el antagonismo que se crea internamente a la profesión. El resultado es que si no se resuelve prontamente esta situación, la próxima etapa será mirar con impotencia los daños irreversibles en la zona colonial de la ciudad de Santo Domingo.

En síntesis

Algunos daños

Catedral Portal norte-polvo y monóxido de carbono por falta de mantenimiento (en la foto).  La zona colonial en su totalidad necesita una restauración conservativa, con materiales compatibles e irreversibles, que le devuelva sus formas y pátinas del pasado y una constante intervención de mantenimiento para moderar su degradación. Es de vital importancia la formación de recursos humanos calificados, la preparación de los técnicos y ayudantes con formación académica, una formación continua de búsqueda científica y tecnológica unidas a la experimentación, y sobre todo un mayor control y monitoreo de las intervenciones.

Las fachadas que por la ley dominicana deben ser respetadas, no están protegidas bajo normativas de conservación. En su rehabilitación, no existe ningún tipo de obligación al uso de materiales específicos que sean compatibles con la contextura antigua y, sobre todo, no se verifica el uso de materiales reversibles; por el contrario, nadie se preocupa por el alto empleo de cemento gris y blanco y por el empleo de pinturas acrílicas o a base de aceite que se adoptan para finalizar los exteriores, que no permiten la transpiración de las paredes y causan condensaciones de humedad en la capilaridad de la estructura.

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