Sostenibilidad y ordenamiento territorial

Sostenibilidad y ordenamiento territorial

Por Paíno Abreu Collado

Según el libro de Génesis, cuando nuestro planeta fue creado en principio la tierra “estaba desordenada y vacía” y en seis días Dios la organizó de tal manera, se puede deducir según la descripción, que todo elemento y forma de vida quedó en su justo lugar, integrando un ambiente en armonía. Y al hombre le dio un mandato: “Fructificad y multiplicaos, llenad la tierra y sojuzgadla…”.

El término “sojuzgadla” viene del hebreo “kabash” que se refiere a ejercer un acto de dominio con fuerza, a poner bajo control, a someter, pero nunca a destruir. No se trató de un permiso de explotación sin límites. En todo caso, podríamos entender la orden de sojuzgar la tierra en el sentido de transformar lo agreste en habitable. Se trató más bien de un mandato de administración sobre un bien mayor dado en herencia perpetua.

Puede leer: El nuevo macartismo

Debido a sus habilidades frente a otras especies, los seres humanos obtuvieron un lugar superior en la Creación, con autoridad para decidir sobre los demás seres vivos. Por desgracia, el sentido común del que está dotado no le bastó para entender que lo que tenía era un contrato de mayordomía para gobernar y cuidar la tierra de forma responsable, preservándola, reconociendo que el límite de uso de los recursos naturales es su sostenibilidad.

Como vemos, la evidencia indica que el mandato de sojuzgar la tierra no fue bien entendido por el hombre, ya que por doquiera que ha pasado de alguna manera la ha dañado y ya hace más de “cuchucientos” años que venimos acabando con ella, hasta el punto de hacer irreversible la destrucción de recursos que se crearon para ser renovables.

Arreglar el daño, en cualquier parte del mundo, se ha convertido en una tarea muy difícil ya que las consecuencias han alcanzado el clima, elevando las temperaturas y cambiándolo todo.

En el caso dominicano, tres factores allanaron el camino para que llegáramos al punto en que hoy nos encontramos. Primero, el desmonte de casi todos los bosques naturales endémicos y nativos hasta llegar a las estribaciones más altas de nuestras cordilleras, mayormente en la segunda mitad del siglo XIX y en la primera mitad del Siglo XX. Esta actividad enriqueció a contadas familias dominicanas que hicieron su acumulación originaria a partir de este recurso natural “sin dueño”, afectando, sin embargo, a toda la nación.

En segundo lugar y coincidente con lo primero, el incremento de la siembra de caña de azúcar, entre otros monocultivos, empujó a muchas familias a migrar hacia zonas altas, ampliándose la frontera agrícola por vía de la tumba y quema en zonas de protección estricta de las cuencas hidrográficas. Es un sistema de producción de subsistencia llamado “conuqueo” que aún persiste, a veces en sitios inaccesibles, donde terrenos con mucha pendiente quedan expuestos a la lluvia y la erosión.

En tercer lugar la pobreza, el aumento de la población rural y el espejismo urbano, originaron un movimiento contrario, del campo a la ciudad. Esta migración creó cordones de miseria alrededor de las principales ciudades del país, siendo esto más visible en lo que hoy se conoce como el Gran Santo Domingo que abarca la provincia del mismo nombre y la capital dominicana, en los que el hacinamiento y la contaminación están a la orden del día, verbigracia los centenares de barrios en la ría del Ozama e Isabela

En nuestro país se ha hablado mucho del tema pero se ha hecho poco o nada. Supuestos planes de manejo de cuencas que no se concretan en nada tangible y muchas declaraciones de áreas protegidas que precisamente eso les falta, protección.

Entre los años 1999 y 2000, en el primer gobierno de Leonel Fernández, la intención de actuar llegó más lejos al formularse y aprobar la Ley General de Medio Ambiente (No.64-00), que estableció el Ordenamiento Territorial como uno de los instrumentos para la gestión del medio ambiente y los recursos naturales.

La indicada Ley, que ya cumplió 25 años, declaró de interés nacional la necesidad de un plan de ordenamiento del territorio y entre múltiples objetivos persigue “revertir las pérdidas recurrentes por uso inadecuado del medio ambiente y los recursos naturales”. Ahora que se escucha hablar de ordenamiento territorial turístico debemos recordar que el asunto va más lejos y por eso deberemos regresar al tema en una próxima entrega.

Santo Domingo, D.N./26 de septiembre de 2025

Más leídas

Publicidad