Soto Jiménez responde
¿Cómo fue posible la victoria en la Batalla de Santiago?

<STRONG>Soto Jiménez responde<BR></STRONG>¿Cómo fue posible la victoria en la Batalla de Santiago?

La Batalla del 30 de Marzo o Batalla de Santiago, es considerada una de las dos principales de la primera campaña de la guerra independentista. Las circunstancias en las que se desarrolló esta gesta fundamental de la historia dominicana, al enfrentar un ejército superior en términos numéricos y formativos, obligan a hurgar en la memoria histórica para conocer cómo fue posible esa victoria.

Un apasionado del tema, José Miguel Soto Jiménez, poeta, historiador y militar, conversó con HOY sobre las estrategias y tácticas militares que hicieron posible la derrota del ejército haitiano.

La independencia fue mucho más que el trabucazo. Soto Jiménez, comienza aclarando que la Independencia Nacional no fue el trabucazo de Mella, costó 13 años de guerra, cuatro campañas militares, una  multitud de batallas y combates y mucha sangre.

A su juicio, la Batalla de Santiago cerró el ciclo de la primera campaña de la Independencia, el 30 de marzo de 1844.

El historiador, con su intensidad característica, explica que en los mediados de marzo de 1844, Santiago era un gran hervidero y había nerviosismo, porque una columna haitiana de 10 mil hombres, al mando del general Jean Louis Pierrot, venía avanzando por la línea noroeste con el objetivo de tomar Santiago.

Al mismo tiempo, los haitianos también intentaban ingresar por el Sur en dos columnas de 20 mil hombres, que debían converger con las tropas del Norte para atacar la capital.

El nerviosismo era porque no había ejército regular. Las tropas dominicanas estaban divididas en dos: El Ejército Expedicionario del Sur, comandado por Pedro Santana y el Ejército Independentista del Norte, al mando de Matías Ramón Mella.

Como se sabía que Santiago, objetivo intermedio, era el lugar destinado para la batalla, toda la labor de marzo era reunir hombres de todas las comarcas y pueblos cibaeños para defender esa ciudad, porque con los que había allí no se podía. 

“El general Matías Ramón Mella, comandante de la plaza, se fue a la sierra a buscar hombres, pero mientras se daban estas tareas había que detener la columna haitiana, porque si seguía su curso normal, llegaría a Santiago y los santiagueros no iban a estar preparados para la defensa”, cuenta Soto Jiménez.

De ahí, el papel asignado al general Francisco Antonio Salcedo, alias Tito, al mando de 400 hombres, de ir dificultando, retrasando y restándole velocidad a la columna haitiana del general Pierrot, desde Dajabón.

Así tuvieron lugar pequeños combates y emboscadas para retrasar la batalla, en lo que se hacían las labores de concentración de tropas y de preparación de la defensa.

“Salcedo cumplió perfectamente su misión de retrasar el avance enemigo, a tal grado que cuando llega a Santiago de retirada, prácticamente, se va a lo que hoy es la Fortaleza San Luis y ahí se establece con sus hombres, pasando a formar parte de la reserva. Pero le entrega la batalla a los defensores de Santiago en el río Yaque y la Sabana de Santiago, donde está hoy la fábrica de bloques de cemento”, recrea Soto Jiménez.

Un gran héroe. Mientras Mella buscaba tropas en la sierra, se necesitaba un militar de experiencia para que se hiciera cargo de la defensa de Santiago y comandara a los hombres reclutados.

Bajo estas circunstancias, fue designado Comandante de la Defensa de Santiago, el general José María Imbert, nacido en Fudlon, Francia, ex militar en el ejército napoleónico. De inmediato, nombró él mismo su estado mayor e hizo su cuadro de mando.

Soto Jiménez considera esta acción correcta, desde el punto de vista militar. Porque, según detalla, la doctrina indica que los generales deben concentrar la tropa, los coroneles dirigir la batalla y los capitanes y tenientes librar el combate.

“Imbert, no solo hizo fosos, trincheras y muros, él preparó las condiciones, porque los franceses son los magos de la fortificación”, expone el ensayista. Menciona al principal ingeniero militar, “el que escribió el librito en el siglo XVIII”, que se llamaba Sébastien Le Prestre, Señor de Vauban, Marqués de Vauban, o simplemente Vauban, quien hizo todas las fortificaciones en Francia.

Nos cuenta que Imbert no solo dispuso la construcción de fosos, muros y trincheras, sino que, también añadió los emplazamientos de la artillería. “Porque después que preparas la defensa, colocas todas las armas en el momento que pueden causarle mayor daño al enemigo”, explica categórico.

Imbert preparó los fuertes Dios, Patria y Libertad y esa, para Soto Jiménez, fue su previsión fundamental, porque en la escogencia aplicó totalmente la doctrina militar, donde se establece que en preparación y defensa, se escogen posiciones críticas del terreno. En este caso elevaciones.

Imbert, de acuerdo a Soto Jiménez, también utilizó una táctica de guerra psicológica. Porque, después que la artillería dominicana se cebó en las columnas cerradas y hubo una tregua para recoger muertos, se comunicó perfectamente en su idioma natal con Pierrot, en medio de la Sabana, y le mintió diciéndole que el presidente de Haití, Charles Riviere-Hérard, había muerto el 19 de marzo en la Batalla de Azua.

Pierrot, que quería ser presidente de la República, por esa lucha del Norte y el Sur, decidió retirarse, hizo un acuerdo con Imbert, le dijo que se iba a retirar y le pidió que no le atacara la retirada.

Imbert no cumplió, lo atacó y por eso hay tantos muertos. La cantidad de bajas haitianas fue mayor en esa fase de la batalla. Las guerrillas dominicanas a machete comenzaron a “comerle” la retirada a Pierrot, desde Santiago hasta la frontera. 

“El que se quedaba rezagado era un muerto seguro, lo picoteaban como pasó durante la guerra contra España, porque eran gente que no conocía normas de guerra ni nada y no respetaron el acuerdo”, concluyó Soto Jiménez.

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