“Soy hombre pecador!”

“Soy hombre pecador!”

Viendo esto Simón Pedro, cayó de rodillas ante Jesús, diciendo: -Apártate de mí, Señor, porque soy hombre pecador. Lucas 5:8.
Pedro había pasado toda la noche trabajando, y nada había pescado. Llegó un momento en que decidió echar la red, ya no con su fuerza, ni experiencia, ni tradición, sino contando con Jesús. Hizo un acto de fe. Y en base a la palabra del Maestro que le dijo boga mar adentro, que no se quede en la orilla, en la duda o la incredulidad, echó la red; y fue tanta la cantidad de peces que consiguió, que hasta la red se rompía.
Muchas veces, incurrimos en hacer las cosas a nuestra manera, según la voluntad y la opinión propia, sin Jesucristo; y tenemos consecuencias inapropiadas. Pero cuando actuamos conforme a la Palabra de Dios, en un acto de fe y obediencia, los resultados cambian, y se tornan favorables delante de Dios y de los hombres. Y eso le pasó a Pedro.
Anteriormente, Juan el Bautista predicaba el arrepentimiento; y clamaba a la gente que se alejaran de sus pecados y se volvieran a Dios. (Mateo 3:2). Deseaba que se apartaran del robo, la mentira, calumnias, chisme, venganza, de actos sexuales inmorales; insistía que se acercaran a Dios. Los que se arrepentían y confesaban sus pecados eran bautizados en el río Jordán. (Mateo 3:6,8). Pero algunos se molestaban con el mensaje de Juan, el Bautista, en lugar de arrepentirse y confesar sus faltas. Y ese fue el caso de Herodes, quien vivía con la mujer de su hermano, y en vez de aceptar la verdad, confesar su pecado y arrepentirse, prefirió meter preso a Juan y cortarle la cabeza. (Mateo 14:4).
Mucho antes, el profeta Isaías tuvo la visión en donde vio a Dios sentado en el trono celestial, y los serafines le alababan, entonces solo atinó a decir: «¡Ahora sí voy a morir! Porque yo, que soy un hombre pecador y vivo en medio de un pueblo pecador, he visto al rey del universo, al Dios todopoderoso».(Isaías 6:1-5).
En fin, como dijera el salmista, ¿quién podrá entender sus propios errores? Líbrame de los que me son ocultos (Salmos 19:12). ¿Puede el etíope mudar su piel, o el leopardo sus manchas? Así vosotros, ¿podréis hacer el bien estando acostumbrados a hacer el mal?. (Jeremias 13:23). Como en aquel tiempo, quién puede reconocer hoy la grandeza de Dios, admitir su pequeñez, ser humilde, reconocer sus faltas y errores, confesar sus pecados, y entregarse de corazon a Jesucristo, y decir como hiciera Pedro: Soy hombre pecador!.

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