Soy un convaleciente

Soy un convaleciente

-En 1931 el poeta ruso Boris Pasternak escribió un poema cuyos últimos cuatro versos transcribo de memoria: “Es fácil recobrar la vista al despertarse, / sacudir del corazón la basura de las palabras/ y vivir sin atascarse de nuevo:/ no se requiere una gran astucia”. He despertado porque un rayo de sol entró por la ventana y me calentó el cuello y la cabeza: es posible que algo en mi interior haya subido de temperatura y estimulado el flujo de la sangre. El sol y las frutas, el baño y las toallas, me han devuelto el entusiasmo. Pasternak decía sacudir del corazón “la basura de las palabras”.

-Echar fuera las palabras es como la evacuación de excrementos: nos libera el cuerpo de toxinas indeseables. Pero la purgación de un escritor a veces produce el envenenamiento del lector. Era muy joven cuando leí “El kremlin en la borrasca”, a fines de 1918, el famoso poema de Pasternak, donde escribió: “como un buque aprisionado a las amarras, / que se arranca milagrosamente/ del ancla hacia la tempestad”. Hay ocasiones en que los hombres deciden arrancar el ancla y arrojarse en medio de la tempestad. La poesía tiene la virtud de enfermarnos o de sanarnos. El poder evocador del poema nos traslada a la situación dramática del hombre de hoy; a nuestras propias dolorosas experiencias.

-Al alejarnos del teatro de los sucesos podemos reconstruir mentalmente los acontecimientos y el escenario; percibimos entonces el valor de los actores, la crueldad de los verdugos, la ingenuidad de los mártires y hasta la importancia de los momentos en que hemos sido felices a causa de una música, de un paisaje, un libro o una amistad. Nos damos cuenta de que esas “pequeñas felicidades” que enumeramos son difícilmente repetibles.

-Desde lejos los contornos se organizan, los relieves se destacan y los huecos son patentes. Sólo así logramos apreciar la magnitud de los problemas. Los jóvenes que marchan al exilio se adaptan a nuevas maneras de vivir con relativa facilidad. Las personas maduras que emigran cambian solamente la ropa, el vocabulario o el tipo de trabajo. Quedan interiormente varados; deben resignarse a sobrellevar el descontento y sufrir los recuerdos. (Ubres de novelastra; 2008).

Publicaciones Relacionadas

Más leídas