«Spiderman» abandonó Nueva York y ahora se pasea por el cielo de Bogotá, fijando la atención de los conductores que esperan el cambio del semáforo en una esquina del norte de la capital colombiana.
El sujeto vestido de rojo y azul no es Peter Parker, el fotógrafo detrás de la máscara del «Hombre Araña», sino Jahn Freddy Duque, un joven de 26 años nacido en Medellín que se gana la vida con espectáculos callejeros de danza aérea.
«La gente se sorprende mucho, hay gente que alucina. ‘¡Ay, Spiderman!’ Me gusta sentir que les saco una sonrisa», dijo a la AFP.
Duque cuelga una tela blanca de unos 26 metros -su «telaraña- en el puente de la calle 100 con carrera quince, un transitado puente vehicular cercano al centro internacional de Bogotá. Aprovecha la altura y la resistencia de la estructura para balancearse de lado a lado y trepar con habilidades de mono.
Y, por supuesto, mueve las manos y dedos como si fuera a lanzar tela de araña.
Los niños le preguntan si realmente es el superhéroe creado en 1962 por Stan Lee y Steve Ditko, y los adultos lo felicitan por el show que brinda en los pocos minutos que tarda en cambiar la luz de rojo a verde. En cada hora alcanza a hacer 20 números.
«Es como un momento de esparcimiento en Bogotá mientras estás en caos total», explicó Camila Parra, una ingeniera geoambiental de 26 años que observaba el «show» junto a su hijo Martín, de tres y fanático del «vecino amistoso».
Algunos transeúntes le piden a Duque que se tome una foto con ellos mientras posa boca abajo y colgado de su «telaraña«. «Yo me divierto, en serio me gusta mucho», apuntó, con una alegría contagiosa.
Pero no solo vive de felicidad. Aunque no tiene un horario fijo e incluso hay días en los que no se aparece por su «lugar de trabajo», Duque recolecta en promedio diez dólares por cada hora de acrobacias.
«La gente pone mucha atención en el número mío y pierden la concentración en comprar otras cosas de los vendedores ambulantes», explicó.
Duque, a quien en ocasiones la Policía le impide hacer el acto por utilizar el espacio público sin autorización, practica el arte circense desde hace nueve años pero solo hace tres se le ocurrió disfrazarse del «Arácnido«.
«Solo quiero mostrar una buena habilidad, una buena técnica y poder brindar algo bien hecho. Tampoco como que me vean como un héroe», afirma antes de lanzarse a una nueva aventura por el cielo bogotano.