Su hacer es opuesto al decir

Su hacer es opuesto al decir

Varias veces he desarrollado la hipótesis de que el Estado funciona tal como sea dictado el ejemplo desde la cabeza del gobierno. Como evidencia concluyente planteo que cuando Juan Bosch asumió el poder el 27 de febrero de 1963, recibió unas Fuerzas Armadas y una Policía Nacional formadas bajo la criminal tiranía trujillista.

Tenían entonces como norma la represión selectiva, los asesinatos políticos las deportaciones y los apresamientos de “los enemigos del gobierno”. Sin embargo, durante los 210 días de gobierno del líder del Partido Revolucionario Dominicano, no tuvo lugar ningún acto de represión, ni deportación, ni asesinato, ni presos políticos. Y esto sucedió así porque el Presidente de la República, no lo permitió mientras duró su gobierno como tampoco accedió al enriquecimiento ilícito de sus funcionarios.

No había amanecido todavía el 25 de septiembre de 1963 cuando tras el golpe de Estado, esos mismos guardias y policías empezaron a reprimir, a realizar redadas, a deportar y a asesinar dominicanos en nombre de la lucha contra el comunismo del que acusaban a Juan Bosch. Las Fuerzas Armadas y la Policía Nacional descubrían entonces la identidad entre los métodos de la tiranía trujillista y los de la Doctrina de Seguridad Nacional “made in USA” de la guerra fría. Y bajo esos conceptos empezó y se desarrolló el corrupto gobierno del Triunvirato que oprimió el país hasta el 25 de abril de 1965.

La hipótesis viene al caso para ilustrar mi convicción de que la corrupción administrativa que rige la administración actual del Estado dominicano no le es ajena al presidente Leonel Fernández, la persona mejor informada del país. Y debía preocuparnos que el Mandatario luzca como si se hubiera acostumbrado a la malversación del erario entre sus subalternos, lo cual lo lleva a hacer declaraciones que insultan la inteligencia del pueblo. Escuché y vi cuando Leonel declaró desde Egipto que sancionaría a aquel que mostrara “indicios irrefutables” de haberse enriquecido en base al erario.

Eso lleva a preguntar: ¿Habrá olvidado el presidente Fernández el nivel de vida de sus más cercanos colaboradores 15 años atrás? ¿Qué le impide recordar la pobreza absoluta que exhibía entonces el compañerito de la base que le llevaba el agua en los mítines de campaña? ¿De dónde habrán sacado sus actuales fortunas los compañeros que hacían “servicio” en la casa de don Juan o cómo la han multiplicado los que entonces servían provechosamente a las construcciones de Balaguer y actuaban como discretos colaboradores de Leonel?

Esas declaraciones del doctor Leonel Fernández son harto preocupantes porque su ejemplo es el que dicta el comportamiento de los subalternos. La complacencia que exhibe el Jefe de Estado ante la corrupción es lo que hace que el Procurador General de la República, Radhamés Jiménez Peña, se atreva a confesar su impotencia ante la corrupción al declarar ese delito como algo sistémico, algo que es intrínseco a nuestra sociedad y que no puede ser erradicado.

Peor aún, el mal ejemplo del Presidente provoca que el Director del Departamento de Prevención contra la Corrupción, Otoniel Bonilla, insulte la inteligencia de los dominicanos al decir que el nepotismo y el “incremento patrimonial” (así llama al enriquecimiento vertiginoso de los funcionarios) no están contemplados como delito de corrupción en los convenios internacionales. Evidentemente, esas inaceptables justificaciones incriminan a los funcionarios, ya por omisión o por comisión.

Definitivamente, coincido con los que han publicado que al doctor Leonel Fernández no parece importarle el deterioro de la paz social por la corrupción administrativa ni por el desastre del sistema eléctrico nacional.

Alguien podría llegar a pensar que el Presidente no visualiza su futuro en territorio dominicano. Quizás sus habituales y prolongados viajes al exterior le han permitido enfocar el porvenir al margen de un pueblo hambriento, analfabeta e insalubre que vive a oscuras mientras los funcionarios se ahogan en riquezas. Quizás ha pasado por su mente que debía acomodar el futuro para el caso en que tuviera que hacer uso de un dorado exilio en uno o en varios de los tantos países que ha recorrido y donde sólo se reúne con los más ricos y “snobs”.

Mientras, su objetable hacer me impide escuchar su abundante decir.

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