Suave que me estás matando…. (2)

Suave que me estás matando…. (2)

De charquito en charquito, Danilo Medina le aprieta el cuello a la pequeña burguesía dominicana, y a las clases más desposeídas de la fortuna. El año apenas comienza y los productos de primera necesidad experimentarán un alza considerable, y de nada vale el cuentazo de que los supermercados absorberán los impuestos durante el primer mes, porque todos hemos experimentado que en la práctica eso no es verdad. Ese “puño invisible” que nos aprieta el cuello es concreto, y desmonta, poco a poco, el precario estado de bienestar que la pequeña burguesía había levantado históricamente con innumerables sacrificios, y arroja sobre el asistencialismo a los sectores más empobrecidos de la nación.

Con motivo de la primera etapa de la “reforma” fiscal consulté a seis economistas investigando qué cantidad de dinero adicional se necesitaría para cubrir el presupuesto familiar después del paquetazo, y dependiendo de lo que percibía como salario promedio el núcleo familiar, las disposiciones fiscales que Danilo Medina imponía al país obligaban a conseguir de cuatro a seis mil pesos adicionales para poder mantener la estabilidad del presupuesto familiar. Lo del “puño invisible” que nos ahorca no es una metáfora, y bastaría sólo con comparar una escala de precios que de manera silente ha ido ascendiendo vertiginosamente, y que ahora volverán a incrementarse. La leche en polvo subió poco más de un 200%, subirán aún más los aceites, el azúcar, yogourt, el café, el chocolate, etc. Todos los productos de consumo masivo y esenciales se dispararán nuevamente, y si a ello agregamos los veintiún aumentos del precio de la gasolina, el ascenso casi demencial de los precios de la medicina, el costo de la energía eléctrica, y todos los servicios públicos; hay que preguntarse por el futuro de esa desvalijada pequeña burguesía dominicana, y de las clases más desposeídas de la fortuna.

Conozco en profundidad lo que se heredó de Leonel Fernández, que es aún más dramático y cruel que la parábola del maletín lleno de facturas de cobro que empleó el propio Danilo Medina para ilustrar el estado calamitoso de la nación al momento de él tomar el poder; pero lo cierto es que después que Danilo Medina gobierna, somos aún más pobres. Y si no separáramos el pensar del sentir, pudiéramos afirmar que todo ese sacrificio del paquetazo, los empréstitos que empeñan el futuro de los dominicanos, y la incertidumbre en la que nos hundimos; son más dolorosos porque, en rigor, se han impuesto para escapar a la realidad del desfalco y la corrupción más burda de toda la historia dominicana, perpetrados por el Gobierno anterior de su propio partido.

Arrojando sobre los hombros del pueblo la carga del déficit fiscal, lo que Danilo Medina demuestra es que el poder real escapa a las reglas del derecho, y que el sistema mismo es una manera de ejercer la violencia, de desplegar la asimetría de la justicia que debería haber juzgado a tantos canallas que se enriquecieron a costas del sacrificio de todos. Su Gobierno es una negación de la audacia, él ama el glamour del poder, pero rehúye el sueño de una sociedad perfectible. Y también niega, en el hecho de hacerse indiferente a la corrupción, el postulado de que el poder debe, por esencia, e idealmente, ejercerse con arreglo a un derecho fundamental (De Carlos Marx a Georges Canguilem, pasando por Habermas, Foucault, Deleuze, Chomsky, y muchos otros; esto es un lugar común). Este Gobierno es el limbo, mientras golpea. La pequeña burguesía se ahoga, y el inmovilismo la asfixia; el pueblo llano se abisma en el asistencialismo falso y teatral de Margarita Cedeño; tanto, que sigue cantándole al presidente aquel tierno bolero que decía: “Suave que me estás matando…”

Otro año entra, de nuevo, con insoportables aumentos de precios. Deseémosles feliz año a Félix a Bautista, a Díaz Rúa, a Chío Jiménez, a Bauta Rojas, a Francisco Javier, a Temo Montás, y, por supuesto; a Leonel Fernández. Y a tantos prohombres de la patria, de cuyos nombres, como dijo el manco de Lepanto, no quiero acordarme.

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