Subcultura narco, símbolos patrios y orden público

Subcultura narco, símbolos patrios y orden público

Tengo mucha aprehensión con el folclore y  tradiciones inventadas. Por ejemplo, lo de un traje típico con los colores de la bandera. No es cierto que en algún tiempo y lugar alguien (del pueblo, o del campo) haya vestido nada parecido. Pero, también, porque eso del folclore se ha ido convirtiendo en un arte moderno criollo y universal porque muchos países lo hacen, cuyo mercado es el turismo y la industria de la diversión en gran escala. De ahí en adelante, vaya usted a saber en dónde estaría la verdad y a quién le podría interesar sinceramente, o atreverse a tal cosa. Pues dicho negocio da vida a muchos padres,  hijas e hijos de familia, a no pocos padres de la patria, de la industria, el comercio, el turismo y “la cultura”.

Actualmente el folclore, el arte y la música popular aparecen asociados a la diversión sin límite, a las diarias exhibiciones públicas en la televisión del merengue-mambo, la bachata y otras especies, con “perreo” y movimientos pélvicos lascivos que escandalizan a los que se consideran padres decentes y a defensores de los pocos valores que todavía es lícito y plausible defender públicamente.

Particularmente, el narco (tráfico y consumo) está desarrollando y exhibiendo cada vez más su estilo de vivir, esto es, su cultura o, como la llaman los antropólogos, una subcultura; no porque sea de gentes originalmente pobres, sino por su sentido de matemática de conjunto, que implica que ese subconjunto cultural es parte del conjunto mayor o cultura total de un país o región.

Ocurre también que esa nueva subcultura está exigiendo, junto a otras como la de la homosexualidad y la prostitución, un lugar en el espacio comunicacional y simbólico de nuestra sociedad, un derecho de ser y de expresarse a su manera, como les venga en gana, sin consideración ni respeto por los valores y costumbres de la sociedad y cultura mayoritaria.

Entiendo, sin restricción alguna, que las minorías de cualquier especie tienen razón o motivo de existir y de expresarse, pero de ahí a que algún tigueraje se arrogue el derecho de usar la bandera para cubrir el cuerpo de una persona de mal vivir, y de llenar de ruidos y de conducta desordenada los espacios de circulación y, en particular, los cementerios, son cosas muy distintas.

La Constitución, como la Ley 360 y otras  sancionan con multas y cárcel a los violadores. En ese sentido, creemos que las autoridades deben hacer respetar estos símbolos sagrados, de las pocas cosas veneradas por los dominicanos. En ese sentido, la iniciativa del Jefe de la Policía de Santiago, General de la Cruz Martínez, lo menos que amerita es el debido apoyo de la comunidad y de las autoridades. Al menos, sus reacciones responsables. 

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