Sube la marea para una catástrofe en Irak y el Oriente Medio

<p>Sube la marea para una catástrofe en Irak y el Oriente Medio</p>

Comentario Editorial
La nueva dirección de George W. Bush en Irak, realmente no constituye una estrategia para la victoria, o cualquiera sea el término -que emplea cada vez con más desesperación el presidente de Estados Unidos- y su significado. Puede que sea un último intento. Y puede que sea una cobertura para una retirada de Estados Unidos. Pero hay dos cosas muy claras.

En estos momentos, Bush cuenta con el respaldo de no más de uno de cada cuatro estadounidenses para su llamado aumento adicional en unos 20,000 soldados. Muy pronto, en la medida que el ya complejo indescifrable étnico y sectario de Irak se lleva de manera cada vez más sangrienta a pedazos, no contará con ninguno.

Segundo, esta política no tendrá éxito en el arreglo de un Irak traumatizado por la tiranía y la guerra, y después, desmembrado por la invasión y la ocupación. Pero bien puede terminar con una “subida de la marea” de EEUU contra Irán -y en llevar al Oriente Medio a un nuevo nivel de caos que se derramará hasta las regiones cercanas y capitales occidentales.

El lenguaje corporal de Bush en su discurso delató a un hombre castigado. Sin embargo, atrapado en una red intencionalmente tejida de desencanto y negativas, parece ser todavía incapaz de comprender la profundidad del desastre que ha causado en Irak.

Irak ha alcanzado un derrumbe social avanzado, con una purga étnica sobre bases regionales, por vecindario y hasta por calles. Se ha producido un éxodo masivo de sus profesionales y administradores, trabajadores civiles y empresarios: una hemorragia de su futuro.

El momento para que las autoridades de ocupación se hubieran incrementado fue el año 2003, después de la caída de Bagdad; como todo lo que han intentado desde entonces, esta de ahora resulta demasiado poca, y demasiado tarde. EEUU desplegó un número similar de soldados el verano pasado para “proteger” Bagdad, y desde entonces el número de muertos solo en la capital se ha disparado a más de 100 por día, mientras que como promedio se produce un ataque contra las fuerzas anglo-estdounideneses cada 10 minutos, y estos, principalmente entre la minoría sunita apartada del poder y la hasta entonces mayoría chiíta desposeída, ahora ebria de poder.

Es duro, hasta para los demócratas ardientes, ver a este Irak como una democracia joven que lucha por su vida, como lo presentaría el discurso de Bush de los buenos contra los malos. La invasión ha solidificado un sistema dividido en sectas que operan sobre la base del padrinazgo y la intimidación.

La composición del parlamento es casi dos tercios islámico. No hay instituciones. Los ministerios constituyen un botín sectario y bastiones de las facciones. La única institución que más o menos sobrevivió a Saddam Hussein, el Ejército Nacional, fue desmantelado por la ocupación y los intentos actuales por reconstituirlo no han logrado ir más allá de milicias con nuevas insignias. Las tres brigadas que el gobierno dominado por los chiítas de Nouri a-Maliki ha prometido añadir a las cinco brigadas extra de EEUU son en su mayoría “peshmergas” -milicianos kurdos- lo que añadirá otra cuenta por ajustar, una vez que EEUU se retire.

Lo que sigue siendo, a pesar de los intentos de Bush por disfrazarlo, una estrategia esencialmente militar, no es creíble. El ejército de EEUU no está diseñado para lidiar con la insurgencia, y en todo caso, no cuenta con las tropas para manejar una en esta escala, especialmente, si sus propios jefes supremos están planeando abrir un nuevo frente.

Ha fracasado controlar la insurgencia en el triángulo sunita -una rebelión de una minoría de la minoría. Ahora intenta enfrentar a Moqtada al-Sadr, el radical chiíta, y su ejército de 60,000 “madhis”, en un combate que pudiera incendiar el Este de Bagdad y el Sur de Irak, donde las tropas británicas fácilmente pudieran ser rodeadas por las llamas.

La contradicción en el centro del enfoque de EEUU, sin embargo, es la siguiente: después de derrocar el orden sunita en Irak y de fortalecer a los chiítas en un país del centro de Arabia por primera vez en casi un milenio, Washington se asustó por la forma en que esto había aumentado el poder del régimen chiìta islámico en Irán. Ahora, mientras depende de las fuerzas de Teherán alineadas en Bagadad, y siendo incapaz de desmantelar el Yijadistán sunita, que ha creado en el Occidente de Irak, EEUU está tratando de consolidar una alianza árabe sunita contra Irán. Eso es un disparate con suficiente combustible para hacer arder una conflagración de alcance regional.

La única forma factible de avanzar es mediante el enfoque de la bipartita comisión Baker-Hamilton, que el nuevo Congreso de EEUU debería acoger y poner de relieve.

Condicionaría el apoyo al gobierno y el ejército iraquí a sus esfuerzos reales de promover una reconciliación nacional que, a su vez, en la medida que avanzara, sería recompensada con miles de millones de dólares en ayuda a largo plazo proveniente de EEUU y los vecinos de Irak. Este apoyo externo -desde Turquía hasta Arabia Saudita e Irán hasta Siria-, se edificaría como parte de una ofensiva diplomática amplia en la región que incluiría a Teherán y Damasco. Sin embargo, Bush está amenazando con expandir la guerra.

 “Irán está aportando ayuda material a los ataques contra las tropas estadounidenses”, dijo el miércoles. “Vamos a desmantelar los ataques a nuestras fuerzas. Vamos a interrumpir el flujo de apoyo de Irán y Siria”. La “marea” en Irak está empezando a parecerse a la escalada en Vietnam, que inundará a Irán y Siria en la misma forma que ocurrió con Camboya y Laos.

Bush tiene razón cuando alega que la derrota en Irak sería muy grave. Se equivoca al no lograr reconocer que la derrota es lo que tiene ante los ojos, y que esta forma de abordar el problema ayudará a garantizarla.
VERSION AL ESPAÑOL DE IVAN PEREZ CARRION

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