En los primeros siete meses de este año las pérdidas de energía eléctrica evidenciaron un deterioro significativo, al aumentar a 44 %; un 33.1 por ciento correspondiente a pérdidas de energía y 10.8 % a energía facturada pero no cobrada.
Así lo señala el Centro Regional de Estrategias Económicas Sostenibles (Crees), en su artículo “Situación actual del sistema eléctrico dominicano”, en el que señala además que la energía comprada por las Empresas Distribuidoras de Electricidad (EDE) y que no pueden facturar o cobrar representa el principal componente del subsidio que reciben del dinero de los ciudadanos para poder continuar operando, recursos que son pagados con impuestos presentes o futuros.
Dice que las pérdidas de energía eléctrica es un fenómeno que caracteriza a las tres distribuidoras estatales de electricidad y que la falta de inversiones en el sistema de distribución, clientes sin equipos adecuados de medición, usuarios conectados de forma ilegal son, entre otros, factores importantes que determinan que la energía comprada por las EDE no pueda ser facturada en su totalidad.
“En adición, una parte de la energía facturada no es cobrada, lo cual se adiciona para obtener las pérdidas totales”, indica.
De acuerdo con datos de la Comisión de Integración Energética Regional, las tres distribuidoras de electricidad se encuentran entre las empresas con mayores pérdidas a nivel de América Latina.
Según cita el artículo, en 2018 la a Empresa Distribuidora de Electricidad del Este (Edeeste) tuvo pérdidas de 37.5 %; la Empresa Distribuidora de Electricidad del Sur (Edesur), 23.9 %, y la Empresa Distribuidora de Electricidad del Norte (Edenorte) de 23.1 por ciento.
Conclusiones. El sistema eléctrico de República Dominicana genera mayor cantidad de electricidad que aquella que las distribuidoras pueden adquirir.
Esa energía es adquirida a un precio inferior al que es vendida por las EDE, con tendencia a seguir decreciendo como resultado de: primero, los cambios en la matriz de generación hacia fuentes más económicas, y segundo, por la tendencia al abaratamiento de los combustibles en los mercados internacionales.
Es preciso puntualizar, como también pudo ser apreciado, que una tercera parte de la energía comprada por las EDE no es facturada.
Las distribuidoras pierden una proporción de la energía que durante 2020 ha representado el 33 por ciento; pérdidas que aumentan debido al incremento en la morosidad que se ha producido recientemente.
Para agravar sus deficiencias de gestión, las EDE emplean más personal del que necesitan para atender a sus clientes, lo cual repercute en sus costos operativos y en el déficit financiero con que operan.