Sublevados contra el orden

Sublevados contra el orden

Aunque desde la caída de la tiranía el país ha logrado avances significativos en el ejercicio democrático, todavía existen  taras que es preciso eliminar, y una de ellas es la constante sublevación de los partidos políticos contra todo lo que pueda significar someter su ejercicio y vigencia a normativas que se hacen cada vez más necesarias para bien de la democracia. Con auxilio de los partidos se ha logrado avanzar bastante en materia electoral, y la ley que regula estos procesos es una muestra de ese logro.

Pero el avance del ejercicio democrático no ha significado necesariamente progreso a lo interno de los partidos. Sus líderes los manejan como feudos, violan derechos de elección de los militantes y le han puesto a las aspiraciones tasas económicas que pueden suplanter los liderazgos auténticos. Hay una resistencia feroz que  trata de evitar por todos los medios el surgimiento de un estatuto que le ponga fin a las distorsiones que anidan en los partidos.

El presidente de la Junta Central Electoral, Roberto Rosario, aspira a que los partidos logren un mínimo de consenso para destrabar la ruta hacia una Ley de Partidos, un estatuto de necesidad indiscutible e inaplazable. El ejercicio democrático en el país no puede seguir bajo esta desregulación que privilegia a los partidos. Es una necesidad de Estado lograr una Ley de Partidos.

Curar la fiebre en la  sábana

Los grupos más ruidosos, aquellos que han logrado desarrollar capacidad para la coacción, salen siempre gananciosos en coyunturas como la que se ha presentado con las alzas de los combustibles. Cuando no es porque aumentan desproporcionadamente los pasajes para compensar costos, es porque el Gobierno se compromete a compensarlos por las mismas causas, con un trasfondo indudablemente clientelista. En cambio, los problemas del transporte de pasajeros se quedan en el mismo talante, sin soluciones.

Una  concertación con las empresas de transporte, que se hacen llamar sindicatos, que no tome en cuenta el problema en todas sus vertientes, es un arreglo de coyuntura que apaga las estridencias de quienes explotan el negocio. Los cortes antojadizos de las rutas, que son a fin de cuentas un alza del pasaje, se quedan intactos. Al pasajero, como no tienen poder de estridencia y coacción, no  le brindan del pastel.

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