MARIEN ARISTY CAPITAN
m.capitan@hoy.com.do
A pocos días de cumplir un año más de vida, he querido reflexionar acerca de los tormentos que rodean mis existencia. El principal de ellos, y el que más duele, es el desamor.
Con un pasado tan basto en amores que jamás ha faltado quien me jure lealtad hasta la muerte, me entristece ver cómo han ido olvidándome con el tiempo. ¿Será, acaso, que la edad me ha hecho invisible? Me resisto a creerlo.
Si bien es verdad que han pasado muchísimos años desde que nací, no es menos cierto que he dado, les he ofrecido todo lo que necesitaban: seguridad, honor, voluntad, trabajo, esperanza y, sobre todo, un lugar en el que pudieran forjarse un porvenir.
Por eso duele tanto que me lastimen cada día. En busca de provecho, y luchando siempre por conseguir prebendas y una vida fácil, han ido olvidándose de los valores que les he legado.
Atrás quedaron los sueños de una sociedad justa, aquella en la que los dominicanos se ayudaban unos a otros y el Estado era cualquier cosa menos lo que es hoy: una gran alcancía que muchos quieren desvencijar.
¿Qué les ha pasado para que se hayan convertido en seres tan egoístas? ¿Por qué todos piden subsidios en lugar de una oportunidad para salir adelante? ¿Dónde quedó el sentido de la dignidad y el decoro?
El siglo y la modernidad les ha hecho indolentes y ciegos. Ninguno es capaz de ver el dolor de los que nada tienen pero terminan pagando cada peso que se le regala a los que cuentan con el arma del chantaje. Recuerden que yo existo y subsídienme el alma. Un abrazo,
República Dominicana.