Madrid. EFE. Todos conocemos a alguien así: personas que nos acusan, pero no al género humano en general, sino a nosotros mismos en particular, de acelerar el cambio climático y sus al parecer terribles consecuencias. Suelen ser ecologistas radicales y rechazar, entre otras cosas, lo que ellos llaman globalización.
Yo, sinceramente, no pierdo ni un minuto en rebatirles sus argumentos, y les dejo que sean felices, si lo son, como parece, amargando al personal.
Cambios climáticos ha habido siempre, planeta y hombre han de interactuar y éste es un mundo demasiado pequeño como para negar la interinfluencia de culturas, pueblos y modos de ser, por supuesto también gastronómicos.
Parece que el comercio más antiguo del mundo fue el de la sal, que es el único mineral que tomamos tal cual. A partir de ahí, el comercio de alimentos básicos y menos básicos, como las especias, fue marcando hasta el mismísimo desarrollo del mundo. Y desde tiempos muy remotos, ningún pueblo se conformó con comer sólo lo que él mismo producía: la autarquía alimentaria es una utopía.
Vean dos casos clarísimos, dos vegetales sin los que sería inimaginable la cocina mediterránea: la berenjena, que procede del Sudeste asiático, y el tomate, llegado mucho después de América.
Con berenjena, tomate y otro alimento mediterráneo nacido en el Nuevo Mundo, el pimiento, se preparan a las orillas del Mare Nostrum muy diversos -pero muy parecidos- platos: las musacas griegas o turcas, la caponata siciliana, la ratatouille provenzal, el tumbet de las Baleares, la samfaina catalana lo el pisto español.
Algunos llevan aditamentos cárnicos, como el cordero en la musaca; otros admiten alguna aportación porcina, pero lo más normal es que sean platos puramente vegetales… y deliciosos. En el fondo, quienes despotrican contra este intercambio de productos alimentarios a escala mundial suelen ser gente de visión muy corta y mente estrecha, que lo que de verdad tienen es pánico a tener que confrontar sus convicciones con las de los demás… no vaya a ser, que sí que será, que los que tienen razón sean los otros.
Las claves
1. Sabores combinados
Lave dos berenjenas y córtenla al medio. Pónganla en la olla exprés, con un dedo de agua y un punto de sal. Vacíenle la pulpa con una cuchara, y muélala fina. Pele y pique de tomates rojos, pelados, una cebolleta y un calabacín pequeño. Sofría estas hortalizas por su orden. Salpimente, añada la pulpa de las berenjenas y un poco de tocino y caliéntela brevemente.