“¡Suéltalo Raquel, lo vas a matar!”

“¡Suéltalo Raquel, lo vas a matar!”

Julia Muñiz

Por: Julia Muñiz

“¡Suéltalo Raquel, lo vas a matar!” Era el clamor que se escuchaba por parte de los vecinos afuera de una humilde vivienda de zinc quienes oían los gritos de dolor de un niño que recibía, sin compasión, una zurra por parte de su supuesta madre.

Una vecina tocaba la puerta insistentemente, mientras otro grababa y decía “Tumbemos la puerta”.  Finalmente, “Raquel”, abrió la puerta y lo “soltó”. Al ver al niño tenía el brazo izquierdo golpeado, quizás, roto en varias partes.

A esto me cuestionó: ¿Cuántas y cuántos “Raquel” están dispersos en nuestra sociedad? ¿Cuántos menores forman parte de esta dinámica diaria? Inicié en el ámbito de niñez y adolescencia a los 19 años (1997) cuando visité el barrio la 70 en las proximidades del sector de Cristo Rey con el padre Rogelio Cruz para hacer un trabajo de investigación universitaria, por primera vez, ví la realidad que padecen nuestros niños y niñas, un dolor inexistente para ellos al ser su cotidianidad y desconocido para el Estado Dominicano.  

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He escuchado por años hablar de disminuir la brecha social, que los niños son el futuro, que hay que garantizar el disfrute pleno y efectivo de sus derechos y muchas otras frases, políticas, textos, en fin, mucha teoría, sin embargo, al sol de hoy continuamos con un sistema amplío de organismos a nivel mundial para teorizar en materia de niñez y adolescentes, y en la práctica una intervención imperceptible.

Los gobernantes obvian de su agenda esta problemática social, sin comprender, que para mitigar los grandes males sociales deben ser abordados desde la raíz, sólo por citar, la delincuencia, violencia de género, la pobreza, la desigualdad, la educación.

Los ciudadanos en la etapa de niñez son una población de extrema vulnerabilidad y están expuestos a ser objeto de abusos, en todas las aristas, arrojando como resultado del sistema a un “Pilón, Bombo o Demente”.

El desarrollo de una nación no solo se construye con oportunidades para el ciudadano adulto, que quizás, ya habrá competencias y habilidades que por un hecho natural no podrán desarrollar. Una sociedad para ser transformada debe abrazar la semilla que va germinando y abonarla para así garantizar una producción con el fruto anhelado.

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