Este cuento lo hacía con frecuencia el genial humorista dominicano Rafael Tavarez Labrador, mas conocido como Paco Escribano.
El modesto carpintero caminaba con su esposa y dos hijos adolescentes, hembra y varón, hablando acerca de la situación de pobreza por la que atravesaban.
-Esto no hay quien lo soporte; afortunadamente, de cuando en cuando le doy uso al serrucho, el cepillo y el martillo, y por eso podemos aliviar los estómagos con amagos de las tres comidas- dijo con cara afligida.
-Suerte que tienes una compañera que no es gastadora, y a quien los pesos le rinden, cuando aparecen- afirmó la mujer, con rostro de obligada resignación.
Un vendedor de billetes de lotería le metió al hombre en la cara un paquete de centésimos de diferente numeración.
-Decídase a salir de pobre- dijo- jugando su billetito. Recuerde que hay que estar metido en el globo para hacerle rosquillitas a la fortuna.
-Está bien- manifestó el hombre en olla- le voy a jugar un billete entero, aunque nos quedemos sin cenar esta noche en casa.
Eligió la totalidad de los centésimos de un número, y en la cara mantuvo esbozada una sonrisa cuando los introducía en uno de los bolsillos traseros de sus pantalones.
-Como no creo mucho en las casualidades, estoy seguro de que Dios me mandó ese billetero para que nos hagamos millonarios- dijo, todavía mostrando parte de su dentadura deteriorada.
– ¿Qué piensas hacer con el dinero del premio, si acaso te lo sacas?- preguntó el ama de casa.
-Lo primero será comprar un carro pequeño, pero nuevo, ya que no me gustan las cosas viejas- respondió su marido.
-¡Ay, que bueno- gritó la hija- para ir montada al lado tuyo.
-Imposible, querida, pues ese lugar le corresponde a la esposa del conductor- expresó con cara enseriada la mujer.
-Yo iré detrás de papá- exclamó el muchacho.
-Ahí voy yo, porque mamá me apeó del asiento delantero-replicó la hermana.
-Si es en la parte de atrás, da lo mismo el lado derecho que el izquierdo- señaló el carpintero.
La discusión llevaba varios minutos, cuando de pronto el padre de familia, visiblemente encolerizado, gritó a pleno pulmón:
-¡Apéense todos del carro, que fue con mi dinero que lo compré abusadores!