POR MU-KIEN ADRIANA SANG
Cuenta Cervantes en su novela que el Gobernador Sancho tuvo sus momentos buenos y sus momentos malos. Que la realidad a veces lo arropaba, y que sus buenas intenciones eran mal interpretadas por sus súbditos y adulones; más aún, que el bueno de Sancho se dejó llevar de las mieles del poder, disfrutando de sus placeres y olvidando el sentido que debía tener la misión de gobernar.
Enterado de la situación, Don Quijote le escribe una carta a su fiel amigo y otrora sirviente, Sancho Panza. Cuando esperaba oír nuevas de tus descuidos e impertinencias, Sancho amigo, las oí de tus discreciones, de que di por ello gracias particulares al cielo, el cual del estiércol sabe levantar los pobres y de los tontos hacer discretos. Dícenme que gobiernas como si fueses hombre, y que eres hombre como si fueses bestia, según es la humildad con que tratas, y quiero que sepas, Sancho, que muchas veces conviene y es necesario por la autoridad del oficio ir contra la humildad del corazón Vístete bien, que un palo compuesto no parece palo No digo que traigas dijes ni galas sino que te adornes con el hábito que tu oficio requiere, con tal que sea limpio y bien compuesto. Luego el hidalgo Caballero sigue su larga correspondencia con el Gobernador Sancho, dándole nuevos consejos sobre el arte de gobernar. No seas siempre riguroso, ni siempre blando, y escoge el medio entre estos dos extremos Visita las cárceles, la carnicería y las plazas, que la presencia del gobernador en lugares tales es de mucha importancia; consuela a los presos
La carta del Hidalgo tuvo su respuesta. El Gobernador Sancho le contestó. En su misiva cuenta con gracia los problemas de gobernar. El peligro constante que le acechaba: Escribióme el duque mi Señor dándome aviso que habían entrado en esta ínsula que habían entrado a matarme Cuenta Sancho, el Gobernador, que la gente de su pueblo es pícara, y que en ocasiones había tenido que tomar acciones duras y castigar: Yo visito las plazas como vuesa merced me lo aconseja, y ayer hallé una tendera que vendía avellanas nuevas, y averígüele que había mezclado con una hanega de avellanas nuevas otra de viejas, vanas y podridas; apliquélas todas para los niños de la doctrina, que las sabrían bien distinguir, y sentenciéla que por quince días no entrase en la plaza. Hanme dicho que lo hice valerosamente Luego pasa a contarle los problemas que ha tenido a nivel personal. No sabía nada de su familia. No tenía noticias de su mujer, Teresa Panza, ni de sus hijos. Al final ruega salir con vida de esa posición: Y con esto, Dios libre a vuesa merced de mal intencionados encantadores y a mí me saque con bien y en paz deste gobierno, que lo dudo
No sabemos si los consejos del Quijote tuvieron sus frutos, pero lo cierto es que el Gobernador decidió tomar acciones propias del «buen Gobierno». Abrió el mercado: ordenó que no hubiese regatones de los batimentos en la república, y que pudiesen meter en ella vino de las partes que quisiesen, con aditamento que declarasen el lugar de donde era, para ponerle el precio según su estimación, bondad y fama. Mejoró las condiciones de vida de los trabajadores: puso tasa en los salarios de los criados, que caminaban a rienda suelta por el camino del interese. Decretó medidas duras para moralizar la vida de la población: Puso gravísimas penas a los que cantasen cantares lascivos y descompuestos, ni de noche ni de día. Tomó medidas para ayudar a los pobres: hizo y creó un alguacil de pobres, no para que los persiguiese, sino para que los examinase si lo eran, porque a la sombra de la manquedad fingida y de la llaga falsa, andan los brazos ladrones y la salud borracha. Cuando tomó sus medidas, dice Cervantes, que el Gobernador fue amado y admirado por siempre. En resolución, él ordenó cosas tan buenas, que hasta hoy se guardan en aquel lugar, y se nombran «las constituciones del Gran Gobernador Sancho Panza.»
Pero Sancho, aún con el reconocimiento general no mejoró. Los problemas siguieron, la envidia de sus enemigos se hizo más grande, y el deseo de combatirlo aumentó, teniendo que enfrentarlos. Salió victorioso, pero dolido y adolorido. El enemigo que yo hubiere vencido quiero que me lo claven en la frente; yo no quiero repartir despojos de enemigos, sino pedir y suplicar a algún amigo mío, si es que lo tengo que me dé un trago de vino, que me seco, y me enjuague este sudor, que me hago agua. Diciendo esto se desplomó y cayó al suelo. Al volver en sí, se levantó y tomó su antigua vestimenta de sirviente y buscó a su viejo asno, y no sin lágrimas en los ojos le dijo: Venid vos acá, compañero mío y amigo mío, y conllevador de mis trabajos y miserias; cuando yo me avenía con vos y no tenía otros pensamientos que los que daban los cuidados de remendar vuestros aparejos y de sustentar vuestro corpezuelo, dichosas eran mis horas, mis días y mis años; pero después os dejé y me subí sobre las torres de la ambición y de la soberbia,, se me han entrado por el alma adentro mil miserias, mil trabajos y cuatro mil desasosiegos. Terminada esas reflexiones, decidió partir a su antigua vida. Montado en su viejo asno, dijo al mayordomo, al secretario, al maestresala y al Doctor, y otos muchos que estaban presentes esperando su respuesta: Dejadme ir a mi antigua libertad, dejadme que vaya a buscar la vida pasada, para que me resucite desta muerte presente Atónitos, sus colaboradores le ofrecieron diferentes regalos para amainar las inclemencias del viaje que emprendería. Sancho los rechazó. Solo pidió un poco de cebada para el rucio y medio queso y medio pan para comer por el camino. Así, Sancho, habiendo conocido las mieles del poder, decide alejarse para volver a su nueva vida.
La próxima semana sigo también con el Quijote. Y partiré de la pregunta ¿Qué significado tiene para nosotros hoy esa experiencia de Sancho, narrada magistralmente por Cervantes?
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