Sueños y alucinaciones de políticos

Sueños y alucinaciones de políticos

BIENVENIDO ALVAREZ-VEGA
Nuestros políticos suelen decir que la política es una ciencia que se nutre de realidades. Realidades aquí tiene un sentido estrictamente práctico. Para Carlos Marx, el gran economista y filósofo fundador del materialismo dialéctico, la realidad era otra cosa. La realidad era todo cuanto nos rodea y lo que era posible. Pero la práctica de todos los días nos dice que los políticos no siempre viven de realidades. O, para mejor decir, que ellos también se ilusionan y fabrican o construyen una realidad que solo existe en su cabeza, en su razonamiento, en su manera de ver y concebir su entorno. Por eso cometen no pocos errores y por eso ellos también suelen confundir los momentos, las imágenes, las percepciones, las encuestas, los sentimientos de la gente, la lealtad, las alianzas y hasta el valor de sus ejecutorias como gobernantes o como síndicos o como legisladores.

Los políticos se acercan mucho, a mi juicio, a los artistas populares. Ellos inventan sus propias historias y las repiten tantas veces que terminan creyendo que las mismas existen, y las trasmiten a otros como tales. En otras palabras, los políticos como los artistas creen sus propios sueños, sus alucinaciones y fantasías.

En el caso político-electoral más reciente del país, el de mayo del año pasado, el Presidente Hipólito Mejía creyó siempre su sueño de una reelección presidencial. Dicen algunos de los que fueron sus cercanos colaboradores, que bajo ninguna circunstancia aceptaba razonamientos contrarios a esa aspiración. Su convicción de que él podía, de que su obra era trascendente y de que los efectos de la profunda crisis económica  eran menores a los que resaltaba la prensa, era profunda y real. Tan profunda y tan real que su repostulación era, en su visión y en su opinión, un hecho.

Sin embargo, el país iba por otro lado. Era notorio el profundo deterioro de su gobierno y de su imagen como jefe de Estado. Su obsesión era alimentada cada cierto tiempo por unas encuestas, creíbles para él, que le daban una segunda posición holgada y la seguridad de que habría una segunda vuelta. Incluso, el pronóstico electoral que recibió dos días antes del 16 de mayo lo colocaban en un segundo lugar tan cómodo, que la diferencia con el candidato puntero, el doctor Leonel Fernández, era de apenas cinco puntos.

Pero todo era el sueño del político. La alucinación que produce el poder, la distorsión de la realidad, una especie de narcosis. El 17 de mayo el Presidente Mejía despertó, extraordinariamente sorprendido, de su fantasía.

Pero su caso no es único en la historia político-electoral de la República Dominicana. En 1962 ocurrió con el candidato presidencial de la conservadora Unión Cívica Nacional, el doctor Viriato Fiallo. En 1986 le pasó no solo al licenciado Jacobo Majluta, el candidato del oficial Partido Revolucionario Dominicano, sino a todo el amplio sector de los liberales dominicanos. Recuérdese cómo, cuando se conoció el regreso al poder del doctor Joaquín Balaguer, buena parte de la sociedad dominicana quedó sumida en un letargo incomparable.

Los liberales de la política dominicana, los que militaban en el perredeismo y los que estaban en todo el espectro de las izquierdas y hasta  peledeistas de la base que desconocían que su partido había jugado la partida de Balaguer en  1986, despertaron estremecidos de su sueño.

Creo que en 1996 el doctor José Francisco Peña Gómez y el PRD nunca pensaron que perderían las elecciones frente al entonces bisoño de la política Leonel Fernández. La realidad de ese triunfo estaba en la cabeza del líder perredeista y de todos sus seguidores. Era el sueño acariciado y largamente esperado, era un anhelo montado sobre un trabajo dilatado y lleno de escollos. Pero toda la realidad no se veía, solo la fantasía del poder. Nunca se consideró la posibilidad de que el PLD procurara el apoyo de Balaguer, aunque los hechos decían que en 1986 el partido del profesor Juan Bosch había ayudado al PRSC para sacar los blancos  del Palacio Nacional.

El sueño de un político puede ser un acicate útil para continuar la lucha, puede ser una inspiración para vencer los obstáculos, puede ser el aliento indispensable para no desmayar en el camino, pero también puede ser el narcótico que produce alucinación y desdibuja la realidad.

bavegado@yahoo.com

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