Suerte, Soros: destronar al efectivo en Argentina no es fácil

Suerte, Soros: destronar al efectivo en Argentina no es fácil

Los argentinos son adictos al efectivo. Para comprobarlo, basta con pasar cuatro días en Buenos Aires con tarjetas de débito y de crédito pero sin un peso.
Un inconveniente que experimenté cuando estuve en la ciudad la semana pasada fue no poder incorporar las propinas al pagar la cuenta de un restaurante con tarjeta: tenía que pedir cambio a amigos y colegas para pagar las propinas, y también si quería comprar una botella de agua o comprar el almuerzo en un local de comidas para llevar. Muy pocos de los omnipresentes taxis negros y amarillos aceptan otra cosa que dinero en efectivo.
Los autos de alquiler aceptan MasterCard, Visa y otras tarjetas, pero en ese caso cobran el triple de la tarifa habitual. Se supone que los conductores de Uber permitirán que los pasajeros paguen con tarjeta si está emitida por un banco extranjero, pero mi American Express no contaba.
La verdad es que se trata de inconvenientes menores. La situación, por otra parte, difiere mucho de la imperante cuando viví en Buenos Aires entre 2012 y 2016, en la época de los controles de capital, cuando había que dedicar tres horas a visitar bancos y casas de cambio del mercado negro para cubrir el alquiler con pilas de pesos.
El presidente Mauricio Macri ha flexibilizado las cosas. Sin embargo, es un país donde los depósitos bancarios representan apenas el 15% del producto interno bruto y donde más del 40% de las transacciones económicas son “informales”. La desconfianza en las instituciones financieras (o, tal vez, el deseo de evadir impuestos) está tan arraigada que hasta los ricos que viven en barrios cerrados pagan los servicios de sus viviendas con grandes cantidades de billetes.

Todo difiere mucho de lugares como Dinamarca, donde los bancos convierten hasta las mesadas de los niños en cuentas digitales, o India, donde el primer ministro, Narendra Modi, trató de poner fin a las transacciones en efectivo mediante la eliminación del 86 por ciento del dinero en circulación.

Una aplicación de banca móvil lanzada el martes en Argentina es el último intento del sector privado de convencer a la gente de que deje de guardar su dinero bajo el colchón. Llamada Ualá, cuenta con el respaldo de un grupo que comprende al multimillonario George Soros y a Point72 Ventures, de Steve Cohen. Alrededor del 40% de los argentinos tiene teléfonos inteligentes, de modo que la idea del grupo puede ser un acierto.

Muchos banqueros, sin embargo, tienen dudas. Me dijeron que la economía formal tiene que expandirse antes de que despegue la banca, convencional o no. La gente tiene que recuperar la fe en la economía después de años de inflación de dos dígitos.

Macri diría que sólo necesita tiempo. Su gobierno recibió un espaldarazo en agosto, cuando los candidatos de su partido obtuvieron resultados mejores que los esperados en las primarias, una buena señal para las elecciones legislativas del 22 de octubre. Inversores y empresas comienzan a tomar en serio sus políticas.

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