Suficiencia económica

<p>Suficiencia económica</p>

Por José Luis Alemán S.J.
Como en todas las disciplinas existen en economía formas diferentes de ejercitarla. Simplificando diría que  hay tres dominantes: en una primera buscamos los economistas comprender la realidad proponiendo y probando hipótesis distintas de comportamiento; un segundo ejercicio quiere identificar desviaciones entre lo que es y lo que deseamos que fuese la economía, la tercera práctica, detectable en economistas inclinados a la filosofía política, diseña sistemas socioeconómicos.

 Corresponde a Keynes el honor de haber llevado el segundo y el tercer tipo de ejercicio económico a un altísimo nivel de aceptación teórica y práctica. Alarmado por un desempleo que en la Gran Depresión de los mil novecientos treinta afectó en los Estados Unidos  a la tercera parte de la población y cuya posibilidad la teoría negaba, centró su talento en la comprensión de los determinantes del empleo y en políticas para combatir el desempleo.

Otro grupo de economistas esta vez alemanes – Eucken, Mueller-Harnack y Erhard- sentaron la estructura institucional de la “economía de mercado” para compensar la asimetría de poder social que aqueja a la pura economía de mercado. El éxito del modelo en la Alemania de la  postguerra es bien conocido.

 En ambos casos el análisis de la realidad sirvió de aval a la política económica.

 Intentos reformadores de gran envergadura nacidos de evidentes defectos sociales  y de elevados ideales éticos pero carentes de análisis del comportamiento económico real no han sido tan exitosos.

  Estas consideraciones pueden servirnos para comprender y criticar con espíritu constructivo una nueva visión de la economía del desarrollo, “economía de la suficiencia”, que el PNUD ha elaborado para Tailandia (2007) y que está siendo discutida apasionadamente.

  A primera vista este Programa de Desarrollo Humano parece acercarse a la tercera práctica de la economía -construcción de grandes sistemas holísticos con dudosa base real. Es posible, sin embargo, que el análisis parta de lo que es real en un marco cultural diferente del supuesto por la teoría económica aceptada en Occidente y que lo que en esa realidad resulte exótica y confusa sea la teoría.

1. El caso Tailandia y la economía de suficiencia

 1. Tailandia con larga tradición imperial pertenece al grupo ejemplar de economías emergentes del sudeste asiático y parecería no tener razones sólidas para dudar de la eficacia  del modelo de desarrollo asiático: énfasis en exportaciones nacionales subsidiadas fiscal y financieramente, apertura a inversiones extranjeras, proteccionismo selectivo.

  Medida con los clásicos indicadores económicos su economía en los últimos veinte años ha sido muy exitosa. A fines del 2006 la tasa anual de crecimiento de la producción industrial fue del 7%, la de  inflación del 3.6% y la de desempleo 1.2%. En el 2006 la balanza comercial mostró un saldo positivo de 2.2 billones de dólares y la de cuenta corriente de 3.2 billones (fruto de su delicado turismo sexual) mientras que por primera vez en años el saldo fiscal fue negativo aunque de sólo el 1.2% del PIB. La tasa de interés para bonos del Estado de 10 años de vencimiento es del  4.75%. Las reservas internacionales montan 57.7 billones de dólares. Cifras envidiables para cualquier país.

  Por supuesto ni la crisis cambiaria y financiera asiática de 1997  se olvida fácilmente ni el riesgo de volatilidad inherente al modelo.

 ¿Cómo explicar el cambio de modelo de desarrollo? La respuesta instintiva es atribuir el cambio a tres factores: crecimiento desigual de la economía con persistencia de pobreza rural, pérdida de poder económico de los sectores antes dominantes y rápido deterioro cultural y moral. A estas hipótesis hay que agregar la necesidad de legitimar un golpe militar efectivo en septiembre del 2006 y sobre todo la existencia de un muy respetado emperador de acentuadas tendencias budistas, nacionalistas y paternalistas.

2. El modelo de economía de suficiencia busca obviamente beneficiar preferentemente a los sectores menos beneficiados. Para ese fin fundamental aboga por políticas moderadas que disminuyan riesgos excesivos y favorezcan un desarrollo sostenible y menos expuesto a bruscas fluctuaciones. Equidad, moderación y sustentabilidad.

  Estos objetivos  se orientan en concreto a  promover políticas sociales comunitarias, disminuir el ritmo de cambio cultural y limitar la libertad de inversiones extranjeras. La política  económica dará preferencia a actividades necesarias para generar bienes y servicios suficientes y no al mero crecimiento general del producto. La preferencia no significa exclusión de crecimiento económico abierto al exterior sino subordinación de éste al crecimiento de la producción suficiente de bienes necesarios.

 Para ese fin se busca una nueva distribución del gasto público objetivada en la dedicación prioritaria (60 u 80% del presupuesto) a educación, salud, caminos vecinales y financiamiento de empresas comunitarias, por una parte, y dedicar, por otra parte, el resto  del presupuesto (20 ó 40%) al fomento del crecimiento por exportación. Se intenta,  además, reorientar el crédito privado a favor de la producción y no del consumo.

 Para cualquier iniciado en los misterios de la teoría del crecimiento económico a secas este esquema general de suficiencia económica es incompatible con la visión schumpeteriana del desarrollo -papel fundamental del empresario, aceptación del riesgo, debilitación de los poderes oligárquicos tradicionales, reducción de regulación estatal de la economía, libertad de consumo- de hecho subyacente a muchas políticas.

 Para los admiradores de Schumpeter (y de Marx) sin  destrucción del orden socioeconómico de la economía de suficiencia (por lo tanto de su cultura socioeconómica) y sin libertad de la búsqueda sistemática de ganancias no hay posibilidades reales de crecimiento económico acelerado. Comprensible una reacción de la economía liberal.  En una infrecuente diatriba  contra el PNUD  la famosa revista inglesa The Economist escribe (enero 13, 2007) que “con un Informe tan desequilibrado el PNUD ha abandonado todo sentido de objetividad y dado legitimidad a un régimen que ha llegado al poder por la fuerza”. El mismo articulista anatematiza por iguales razones  la alabanza del PNUD a otro libro heterodoxo, “Felicidad Macroeconómica”, del rey de Bután Jigme Singye Wangchuk. Algo se está cocinando en el Este de Asia que preocupa a los defensores del libre comercio.

2. ¿Es posible la economía de suficiencia en una economía global?

Por supuesto sí,  si hay una voluntad política definida y aceptada. El caso cubano es paradigmático. La pregunta pertinente, sin embargo,  no es la de la posibilidad sino la de la deseabilidad. Tratándose de un modelo holístico la calidad debe medirse no sólo por criterios económicos, sino también históricos y culturales.

Examinamos  nuestro caso a la luz del esquema scuhumpeteriano de desarrollo y de la economía social de mercado de von Eucken. Ambos nos ofrecen criterios de evaluación interesantes para la economía de la suficiencia.

1. Como indicamos anteriormente Schumpeter sitúa el origen del desarrollo económico en el surgimiento de personas no pertenecientes a la elite económica tradicional dispuestos a  riesgos cuantiosos por introducir cambios sustanciales de factores  ligados con la producción, no con el comercio, para acumular riqueza personal  pero que  carecen de los recursos financieros para hacerlo. El Estado o algunos banqueros innovadores facilitan los recursos entablándose así una pugna entre los “empresarios” y las élites tradicionales.

  El triunfo de los empresarios les proporciona ganancias extraordinarias y presiona a la competencia  para que adopte o mejore las nuevas técnicas. Resultado de esta competencia con técnicas más productivas son  aumento de la oferta y caída de  precios  lo que conlleva cambios generales drásticos de consumo y de expectativas sobre el estilo esperado de vida. El proceso se caracteriza por su dinamismo.

  Consecuencias negativas del desarrollo son la  pérdida acelerada de empleo y de competencias laborales tradicionales con depauperación, por una parte, y el desajuste de las normas sociales y morales hasta entonces vigentes, por otra parte.

El descontento social obliga al Estado a proteger a los obreros y empleados  a través de un creciente sistema de seguridad social y de mayor regulación de las empresas en lo que se refiere al ambiente, al poder oligopólico, a la calidad de los productos, a la veracidad de la publicidad y al financiamiento.

La conclusión de Schumpeter fue drástica: los intentos por eliminar o reducir los costos sociales del capitalismo tienden a reducir el riesgo de las innovaciones y a frenar su dinamismo.

 La naturaleza del análisis de este autor no es empírica ni tampoco puramente teórica sino más bien histórica. Gran conocedor de la historia económica y social y  de la economía construyó lo que Max Weber denominaba un “tipo ideal” de interpretación de las grandes líneas del desarrollo histórico: un esfuerzo intelectual para dar “sentido” a una realidad histórica conocida de modo general. Nunca exige el “tipo ideal” ser un cuadro exacto de la realidad; sí ofrece una interpretación plausible del por qué de grandes fenómenos históricos.

 Para la evaluación del modelo de “economía de suficiencia”son interesantes las siguientes hipótesis: el desarrollo implica una lucha entre los sectores hegemónicos tradicionales defensores de valores de vieja data y los “empresarios” nuevos que buscan riqueza a cualquier riesgo mediante innovaciones tecnológicas productivas; el proceso del desarrollo significa  entronización del cambio en la producción y en el estilo de vida y consiguientemente de la cultura y vida tradicional; aunque buena parte de la población se beneficia de bajos precios que le permiten acceder a un consumo no conocido muchos sufren desempleo y pérdida de competencias; el malestar social consiguiente presiona acciones correctivas del  Estado que tienden a frenar su dinamismo.

 Estas hipótesis nos dicen que los esfuerzos por dominar socialmente el desarrollo se hacen más difíciles a medida que aumenta el peso del “desarrollo” entre productores y consumidores y que en el proceso agoniza el poder económico tradicional y la cultura nacional para resultar menos arduo al cabo de un período de maduración caracterizado por un desengaño general. Sólo en sus comienzos o en su madurez parece factible la domesticación social del desarrollo capitalista por medidas no extremas de dudosa eficiencia económica.

2. A diferencia de Schumpeter interesado sobre todo en los orígenes y desarrollo capitalista,  Eucken muerto muy joven al terminar la segunda guerra mundial, publicó un impresionante libro de política económica encaminada al logro de una economía social de mercado en Alemania, un país de madurez técnica, social y económica que  entró en una crisis profunda por su derrota bélica.

  La situación propiciaba un cambio de desarrollo y obtuvo el apoyo de académicos influyentes entre ellos Erhard, quien sería el segundo canciller de la República Federal, y de Inglaterra uno de los países ocupadores que veía con buenos ojos tendencias socialistas democráticas en el vencido enemigo.

  Eucken aceptó el dinamismo creativo del capitalismo en todo lo que se refería a  planificación y producción pero reconoció la radical falta de simetría en el poder económico y social de los obreros y la ausencia de los principales grupos culturales, éticos y políticos en las decisiones económicas. En pocas palabras la economía se  caracterizaba por asimetría de poder entre empleadores y empleados y por solipsismo o monoeconomicismo filosófico.  Faltaba un “orden” que integrase las partes en un todo socialmente aceptable. La búsqueda de cierto equilibrio de poder entre empleados y empleadores se basa económicamente en la complementariedad de ambos factores de producción no sólo como actores sino como sujetos de riesgo: financiero el de los empresarios, ocupacional el de los empleados.

Los obreros, al menos en empresas establecidas, deben disfrutar con los empleadores del derecho de codeterminación en las decisiones importantes y de información sobre la gestión. Consecuentemente además de una Junta de Directores representantes del capital debe existir otra integrada la mitad por empleados, nombrados directamente por elección  e indirectamente por los sindicatos, y la otra mitad por empleadores, con un jefe de personal ajeno a la empresa (generalmente académico) pero aceptado por ambas partes. El nuevo Consejo tiene amplios poderes de inspección y de veto en temas tan importantes como la venta o cierre de la empresa. El sistema conserva, además,  total libertad sindical.

Además de esta institución en busca de una menor asimetría de poder de las partes directamente económicas se reconoce que el Estado es también parte (stakeholder) de la institución económica con obligaciones de seguridad social y  de defensor de la comunidad, dotado por tanto con amplias facultades reguladoras. Igualmente el Estado debe garantizar a las Iglesias el derecho a hacer oírsu voz como responsables del mantenimiento y desarrollo de valores  en la discusión de los grandes temas sociales.

De esta manera buscaba Eucken una economía social de mercado que respetase las indicaciones de los mercados y tuviese en cuenta la pluralidad de dimensiones de la convivencia humana. El modelo ha tenido éxito evidente y se mantiene aun en una Unión Europea que incluye a países de tradición liberal como Inglaterra y estatal como Francia.

El modelo de libertad de mercado de Eucken es normativo e institucional pero obviamente supone gran experiencia histórica en el manejo de conflictos y  fuertes instituciones sindicales, empresariales, políticas y religiosas respetuosas todas de su autonomía y de las ajenas  y dispuestas a objetivos comunes.

La lección del modelo de economía social de mercado es clara -bella, justa y hasta eficiente- pero requiere no sólo de fuertes instituciones sino de la necesidad de trabajar coordinadamente. Necesidad que sólo se impone en situaciones de extrema contingencia.

3. y ¿entonces qué hacer con una economía de suficiencia?

Por lo pronto reconocer su derecho a vivir. Ciertamente la dinámica social de un desarrollo económico a la libre, como el de Nigeria en África, no favorece el bienestar social. No menos obvia es la lentitud del proceso de “goteo” de los beneficios de los sectores dinámicos a los sectores tradicionales. Sin duda debe intensificarse el gasto público orientado al desarrollo humano de la población.

¿Conviene, sin embargo, el dualismo de una economía de suficiencia en convivencia con otra de crecimiento económico basado en la exportación y la inversión directa extranjera?

  Schumpeter diría que la experiencia de Tailandia es demasiado larga para permitir detener la dinámica económica que ha contagiado ya a buena parte de la población y demasiado corta para generar exigencias de control social en su contra. La fuerza podrá imponerse pero debilitará el dinamismo económico y forzará cambios indeseados en el estilo de vida.

Eucken será más escéptico. Los grandes cambios nacionales necesitan paradójicamente grandes crisis. Sin ellas los cambios tendrán ambiguos efectos.

En resumen lo de siempre: el ser humano es más capaz de ver deficiencias que de hallarles remedio

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