No ha habido nunca el mínimo secreto relacionado con las difíciles y enconadas relaciones nuestras con el incordioso vecino haitiano, que hasta 1844 impuso el dominio de la parte Este de la isla Hispaniola por la fuerza de las armas y desde entonces por el expediente de la mano de obra haitiana para el corte de la caña, hoteles, la industria de la construcción, y el chantaje del comercio bilateral.
Estos dos segmentos de inefable pretensión de dominio para fusionar la isla Hispaniola en un solo Estado como persigue el Estado de Israel lo propio, sacrificando el derecho de progenie y estatus de las Naciones Unidas para compartir Palestina en dos Estados, el presidente Danilo Medina puede superarlo en dos providencias.
La primera, formalizar un TLC con Haití para regularizar el comercio entre los dos países, o no hacerlo y olvidarnos de Haití como cliente comercial, prospectando los mercados cercanos de las islas del arco antillano que no producen nada, y más allá.
Concerniente a la mano de obra para el corte de la caña e industria de la construcción, dominada en un 98% por haitianos, pagarle a los obreros dominicanos salarios decentes y asentarlos en proyectos habitacionales como las Villas de la Libertad que concibió crear el presidente Juan Bosch.
Carnetizar en ciertos casos a obreros haitianos para labores específicas temporeras, y formar profesionales hoteleros con dos idiomas además del español, deshatianizando ese segmento también copado por haitianos.
Procediendo conforme a los intereses más elementales del país, estrenando una política correcta y de soporte al rescate de nuestra nacionalidad, hoy en notorio deterioro.
Sugerencias a implementar en cita del presidente con el CONEP, industriales de Haina, Asonahores y empresarios de Santiago. ¡Inténtelo, presidente Medina, ganaremos todos!