Suicidio juvenil

Suicidio juvenil

“800,000 personas se quitan la vida cada año en el mundo, lo que representa el 1.5% del total de fallecimientos. El suicidio es la décima causa principal de muerte en los Estados Unidos de Norteamérica y a escala mundial es la principal en personas entre los 15 y 24 años de edad”.
Esa cita aparece en la revista médica New England Journal of Medicine, correspondiente a la publicación de la semana del16 de enero de 2020. Si flexibilizáramos la definición del suicidio para incluir todas las formas o modalidades como las personas se matan, tales como su comportamiento y hábitos de vida, concluiríamos entonces con que, en República Dominicana muchas de las defunciones en adolescentes y jóvenes adultos califican como de una naturaleza suicida.
¿Cuáles serían las razones sobre las cuales descansarían nuestros argumentos para sostener tan peregrina aseveración? Veamos algunas de las bases del razonamiento:
A diario nos encontramos con centenares de jóvenes motociclistas conduciendo de forma temeraria, haciendo acrobacias sobre una rueda con uno o dos acompañantes, a velocidades increíbles, ante la mirada atónita de transeúntes, e indiferente de autoridades. Son esos muchachos los que llenan las morgues de los hospitales traumatológicos del país. Agreguemos el número de choferes que se colocan detrás del volante bajo los efectos del alcohol, y sólo Dios sabe qué otro tipo de substancia, siendo ellos víctimas y victimarios de aparatosos choques, vuelcos y homicidios de transeúntes. Todos estos terroristas vehiculares que perecen en sus actos voluntarios, ¿califican o no como suicidas?
He aquí otro escenario frecuente: mozos cuyas edades fluctúan entre los 13 y 25 años con sobrepeso, aficionados a las comidas rápidas, fumadores, usuarios de estimulantes sexuales y de bebidas carbonatadas con cafeína. ¿No serían esos hábitos en inadvertidos jóvenes, también parte de una conducta suicida?
Vivimos tiempos difíciles y complejos; un creciente número de jóvenes se mantienen ensimismados, enredados, enajenados, casi aislados de su entorno inmediato. Sabemos que la fatal decisión de una persona que opta por ponerle fin a su existencia, casi siempre va precedida por una depresión acompañada de una sensación de soledad, así como un espíritu derrotista, lo cual amerita de un cambio integral en el que el sujeto se vea como parte de la colmena familiar. Una renovada visión de país enraizada en la fe en un mejor futuro para todos debe ser el caldo que alimente la mente de nuestra presente generación juvenil. De ese modo combatiremos con éxito el solitario individualismo que tanto daño nos viene causando en las últimas décadas.
La sociedad dominicana en su conjunto tiene un gran reto al cual hacer frente. Reorientar a la generación que pronto dirigirá los destinos nacionales, en base a valores colectivos es una estrategia salvadora en el sentido amplio de la expresión.
Hay razones para sentirnos confiados en la capacidad del país para reducir su tasa de suicidio. El dominicano es de naturaleza alegre y optimista; sabemos olvidar las penas y recargarlas pilas con energías bullangueras y festivas. La depresión si alguna vez fue un marcador nativo, hace ya tiempo que dejó de ser. La visión pesimista del futuro inmediato de la nación tiene que ser eliminado del discurso de los orientadores nacionales. Nuestros líderes sociales, religiosos y políticos están en el deber de sembrar fe y amor en la población.
Así se contribuye a reducir la tasa de suicidio juvenil en la República dominicana.

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