La apreciación inicial, a distancia y a grosso modo, de los daños causados por el huracán Fiona a la región Este y Samaná palidece ante la comprobación directa de destrozos a la agricultura, incluyendo la modalidad de mayor eficiencia de los invernaderos con más de cien mil metros cuadrados de ellos barridos por el viento.
Junto a las pérdidas en que además han sido sumidos productores de plátano y cacao de nivel importante, está la prioridad humanitaria de asistir a miles de cultivadores de frutos diversos para la subsistencia cuyas viviendas han quedado inhabitables.
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El Gobierno, que se extiende hacia las zonas con maquinarias para recomponer caminos y materiales de construcción para la reparación de moradas comienza, seguramente, a sentir respaldo para las rehabilitaciones urgentes con aportes millonarios de entidades privadas componentes del gran capital y del sector financiero.
Una solidaridad espontánea que debe calar en más ámbitos corporativos para conferir a la cruzada asistencial un perfil colectivo de responsabilidad social y de dominicanidad; desde quienes pueden, indistintamente, prescindir de alguna posesión en beneficio de aquellos que han perdido lo esencial para sus vidas.
El desplazamiento de decenas de miles de personas que no saben si al regresar encontrarán en solidez sus asentamientos originales es un poderoso motivo para unir voluntades constructivamente, incluyendo a las dirigencias partidarias sin distinción de banderías.