Fue un eficaz negociador para el cese de la ocupación norteamericana de 1916-1924. Combatió después la tiranía de Trujillo y fue víctima de la difamación de este dictador quien contribuyó con intrigas a su declive. Las calumnias divulgadas le afectaron tanto emocionalmente que intentó el suicidio, al que sobrevivió, pero el abatimiento le acompañó en sus últimos días.
Durante años hizo de la República Dominicana su Patria, no solo para residir sino para colaborar con su progreso y dar a conocer sus riquezas y bellezas naturales.
En un tiempo fue reconocido como héroe por haber intentado salvar la vida a un bañista que se ahogaba en Boca Chica. El cabildo lo condecoró con medalla de oro y él respondió al homenaje, alegando que cualquiera hubiera realizado esa acción.
Benjamín Sumner Wells, a quien solo se han agradecido sus servicios con una “callecita” en Villa Juana, atrajo la atención del mundo hacia esta tierra con su libro “La viña de Naboth”, publicada originalmente en inglés en 1928, que refleja el acontecer nacional comprendido entre 1844 y 1924. Pero no es en esta obra, reeditada varias veces en español, donde se pueden apreciar los valiosos aportes y el amor a la República del influyente demócrata, sino en escritos posteriores a su muerte.
Roberto Cassá, Octavio Amiama de Castro, Bernardo Vega y “presumiblemente” Julio Ortega Frier han enriquecido significativamente la bibliografía de este “antitrujillista visceral” al que tocó “lidiar con situaciones problemáticas en la zona del Caribe”, apunta Cassá.
También por las fotos en que pueden apreciarse amigos con los que se codeaba. Otros testimonios de su estancia en Santo Domingo figuran en la prensa, reseñando sus labores mediadoras, consejerías, asesoría, apoyos, viajes a Boca Chica donde poseía una propiedad y, sobre todo, la hazaña en “el proceloso mar” donde trató de salvar la vida al intrépido nadador puertorriqueño José V. Venegas.
– ¡Aguántate que yo voy para allá!, exclamó ante los gritos desesperados de las damas y el espectáculo de Venegas “luchando por no irse al fondo, subiendo a nivel del mar y desapareciendo a la vista varias veces”.
José, apoderado y cajero de las Máquinas Registradoras Nacionales, había celebrado sus bodas el día anterior con Eloísa Pérez Ravelo.
Welles se despojó del gabán en el trayecto de la casa al mar, y sin quitarse la ropa se lanzó al agua “con rapidez asombrosa”. El hecho ocurrió el domingo dos de diciembre de 1923. Venegas murió ahogado.
A pesar de la tragedia se tomó en cuenta la audacia de Welles, quien “sin medir las consecuencias, sin temor, sin titubeo, no oyó otra voz que la de su corazón cristiano y humanitario”.
Otra fuente importante que ofrece información inédita de Sumner es la “Correspondencia entre Ángel Morales y Sumner Welles”, recopilada por Bernardo Vega y publicada por el Archivo General de la Nación y la Academia Dominicana de la Historia en 2013.
El “Memorándum relativo a la intervención de Sumner Welles en la República Dominicana, presumiblemente escrito por José Ortega Frier”, publicado por Taller en 1973, permite conocer la participación del diplomático en la desocupación del territorio intervenido.
Ante tan valiosos acopios resultaría redundante abundar en sus funciones públicas.
L. S. Rowe anotó en el prólogo de la primera edición de la “La Viña de Naboth” que los estudiantes norteamericanos de los asuntos latinoamericanos tendrían en el volumen una invaluable historia documentada de la República Dominicana. En 1963, John Bartlow Martín manifestó que este “es un libro muy sabio, casi profético”.
El síndico de la época, Manuel de Jesús Reyes Martínez, expresó que “nadie mejor que él captó la psicología y el sentimiento de este pueblo tan sufrido”.
Otro libro publicado por Welles fue “No debemos fallar”.
Y quedaron testimonios de las amistades que cultivó, sobre todo de Horacio Vásquez. Vega refiere que en un momento el expresidente “llamó a la habitación a su médico, Ramón de Lara, y al ministro Ángel Morales para que fueran testigos de lo que iba a decirle a Welles, “ya que la vida es incierta”.
Otros amigos de Sumner fueron Oscar Michelena, Francisco J. Peynado, Manuel de J. Pellerano, Tulio M. Cestero, Moisés García Mella, Miguel Guerra Parra, Jacinto B. Peynado, Rafael Brache, Arturo Pellerano Sardá, Federico Velásquez, Elías Brache, Emilio Joubert, José del Carmen Ariza, Alfredo Ricart, Federico Álvarez, Adolfo Nouel…
Welles y Trujillo. “En su retiro, la salud de Welles se deterioró progresivamente. Se entregó completamente a la bebida hasta extremos peligrosos. Era evidente que su espíritu era torturado por ciertos demonios interiores. Por esos tiempos Trujillo hizo publicar unos panfletos contra Welles y Sprouille Braden, afirmando que Welles tenía tendencias homosexuales”, consigna Octavio Amiama de Castro en el prólogo a la edición de “La Viña de Naboth” patrocinada por Banreservas y la Sociedad Dominicana de Bibliófilos. Publicaciones norteamericanas se hicieron eco del infundio y al enterarse, “Welles intentó el suicidio en un paraje cercano a su casa, obviamente sin lograrlo”.
Benjamín nació en Nueva York el 14 de octubre de 1892, hijo de los acaudalados Benjamín J. Welles y Frances Wyeth Swan. Estudió en Groton y en Harvard y “llegó a expresarse en seis idiomas. Su instinto para la política internacional era notable, por no decir excepcional”, afirma Amiama.
Welles vino por primera vez a Santo Domingo el 29 de julio de 1922 como Comisionado Especial con rango de Enviado Extraordinario y Ministro Plenipotenciario. Al concluir sus funciones, volvió en 1927 como ciudadano privado.
Casó con Esther Slater, madre de sus hijos Benjamín y Arnold. Tras el divorcio contrajo matrimonio con Matilde de Scott Townsend, quien murió en 1949. Su tercera consorte fue “Harriette Appleton Post”.
Falleció el 24 de septiembre de 1961.
La calle. El único recuerdo visible que existía en el país de Sumner Wells fue borrado: quitaron los rótulos de la calle que evoca su nombre. Solo figura, escrito a mano, un letrero con la denominación “Calle 21”, como se llamó antes.
El cuatro de abril de 1963, el Ayuntamiento tomó en consideración que Welles fue “fiel cooperador y amigo del pueblo dominicano, defendiendo en todo momento su dignidad y dedicando gran parte de su vida al estudio de nuestro proceso histórico para regalarnos el fruto de su consagración en obras de gran valor para los dominicanos”.
Y consigna que “por ello y por su abierta enemistad contra el régimen tiránico que nos oprimió, ha conquistado su figura la admiración y el afecto de esta colectividad…”.
Designó “Sumner Welles, “la calle número 21, de Sur a Norte, desde la avenida San Martín hasta la calle Américo Lugo”.
Octavio Amiama escribió en 2006 que esta es “una callecita de menor importancia que la dedicada a su tío abuelo Charles Sumner”.