Súper trópico, ¿Súper Scherezade?

Súper trópico, ¿Súper Scherezade?

 

Entre crítico y artista, a menudo se teje una relación de aprecio y amistad. La distancia puede alejarlos aunque intercambien noticias, pero casi siempre, un día, un año, se reencuentran con motivo de un evento compartido y se reconocen…

Ese fenómeno acaba de ocurrir con Scherezade García: por los 90 habíamos saludado sus brillantes comienzos y hasta llevamos su obra a un festival internacional, luego ella se marchó a Estados Unidos: mantuvimos la comunicación solo parcialmente e ignorando la envergadura real de su trabajo. Ahora, en la galería Lyle O’Reitzel Arte Contemporáneo, la exposición titulada “Súper trópico”, nos devolvió la mirada directa a sus pinturas y hasta nos permitió escuchar a la artista.

Su sonrisa y sus palabras cautivaban a un nutrido grupo de estudiantes de Altos de Chavón: era la misma de antes, de contacto abierto y ameno, pero había madurado, tanto en el tono de voz como en el desarrollo de sus argumentos… se sentía la experiencia profesoral. Así mismo sucedió con la presente muestra pictórica: Scherezade salvaguardó la fluidez de un dibujo virtuoso y el encanto de sus criaturas de juventud, conjugando el oficio y la inspiración ¡pero ciertamente ella ha madurado!

La exposición. Quien tiene el privilegio de un catálogo, disfrutará un sustancioso y hermoso ensayo, escrito por Abigail Lapin Dardashti, e interpretación profunda de la personalidad de Scherezade García.

Complementa la visión de las obras, aporta el seguimiento desde los periodos precedentes y sitúa un fuerte compromiso, crítico e histórico, enfatizando el apego a su Caribe de origen. Así, él expresa que “las figuras mestizas están rodeadas de símbolos familiares que sugieren opulencia o estereotipos típicos de la región”.

Ciertamente, desde sus inicios Scherezade ha protegido, con un estilo propio, su mundo –esencialmente femenino– de la niñez y la adolescencia, como el hilo conductor de una figuración engrandecida al compás de los años, desde Santo Domingo hasta Nueva York. Es a la vez contexto y memoria en imágenes llenas de sabor y encanto: no hay repeticiones, sino variaciones, enriquecimiento y actualización de la obra primera.

El discurso de la artista se mantiene en un principio de composición que rodea sustancialmente a personajes hermosamente mulatos, cuando no les sumerge –literalmente–, con entornos imaginarios, los cuales son a la vez lugares de encarnación, afirmación y resistencia, tres valores omnipresentes que se imbrican. Luego, abundan los ritmos, diminutos o amplios, de pausados a gestuales: más que se asemejan… estos se convierten en una escritura que mantiene su secreto para nuestra intrigada lectura.

Y los destellos, multicolores o blanquecinos, contribuyen a esos efectos signográficos, misteriosos y fascinantes.

Scherezade García nunca copia de lo real y manifiesta su libertad de investigación, temática y pictórica. Ella busca sus propias soluciones plásticas, con figuras de expresión hoy más dramática, de mirada adulta y preocupada, tan introspectiva como dirigida al contemplador… Curiosamente, de vez en cuando, les coloca alrededor un salvavidas –al mismo tiempo metáfora de una corola–, o llega a enmarcar el rostro en florituras fantasiosas… que forman parte del barroquismo circundante.
Creemos –por cierto– que este “barroco a lo Scherazade”, más enjundioso y tupido sino esencial y necesario, es parte de la identidad y definición pictórica.

Ahora bien, al menos para nosotros, hay una pintura totalmente nueva, intensa, espectacular, simultáneamente paisaje y abstracción, mar y ultramar… Tiene casi dimensiones de mural. Su título reza, evocador: “Cuando cae la noche en el Caribe”. Sin embargo, no es oscura, parece una noche de luz y bailan reflejos de luna, de plata, de amor… No nos cansamos de mirarla, hipnotizados: ¡si navegáramos en un cuento o un poema, atravesaríamos la tela y bogaríamos en las crestas de este oleaje mágico! Una Scherezade paisajista y lírica… ¡cuán interesante y a seguir!

Hablar de Scherezade y su pintura… nos recuerda a su hermana Ileana, también residente en Nueva York, incansable “reinventora” de la silla. Aunque de vez en cuando vemos algunos cuadros de ella, ¡ojalá nos gratifique pronto con una exposición individual!

Y, de repente, pensamos en la novela de Julia Álvarez, “De cómo las muchachas García perdieron su acento” (“How the Garcia girls lost their accent”, puesto que se escribió en inglés”), por supuesto nada que ver con Scherezade e Ileana… pero ¡se llaman igualmente García y vinieron de República Dominicana!
… En pocas palabras, después de regocijarnos con el “Súper trópico”, concluimos que Scherezade García no perdió su acento, sino que lo volvió más polifónico, sonoro e inspirado.

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