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Los españoles del éxodo y el llanto: La historia no tiene final

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Es posible que las guerras civiles que se produjeron en España en el siglo XIX tuvieran una profunda incidencia durante largo tiempo en la vida política española, pero la Guerra Civil significó desde el punto de vista social un antes y un después. No solo en las relaciones con Francia y con Europa sino en su relación con Hispanoamérica. Los camiones que en interminable fila se aproximaban a la frontera francesa en 1939 llevaban multitud de refugiados que en su mayor parte pasaron a engrosar la población de los campos de concentración del otro lado de los Pirineos.

»En el día de hoy, cautivo y desarmado el Ejército Rojo, han alcanzado las tropas nacionales sus últimos objetivos militares. La guerra ha terminado».

Así decía el parte de guerra de los franquistas, faltaba agregar que empezaba un largo exilio. Un exilio que en el departamento de fuentes orales del Archivo General de la Nación se encarna en las entrevistas que recogen la historia de vida de: Dolores Gonzales, Margarita Gonzales, Luis Arambilet, Ricardo Domingo Bochaca, María Ugarte España, María Isidra Bernaldo de Quirós de Cassá, Mercedes Sabater de Macarrulla y Juan Gil Argelés.

Ocho testimonios que se resumen en ese poema de León Felipe que los describe como los españoles del éxodo y del llanto. Los que se fueron

(…) al sur…por una puerta inmensa que mira

Al mar y a un cielo de nuevas constelaciones.

Por esa puerta salí yo…

Todos los poetas del Destierro…

Y todos los españoles del éxodo y del Llanto.

Por esta puerta nos empujó el Viento…

la Historia… la Gran Historia…Dios… hacia los brazos abiertos de América…

(…) Entonces Franco dijo:

He limpiado la nación

He arrojado de la Patria

La carroña y la cizaña…

Pero el Viento…la historia…la Gran Historia…

Dios habló de esta manera:

Hemos salvado la semilla mejor…

¡Y aquí nos trajo!

En los primeros meses de 1939, con el fin de la campaña de Cataluña, casi medio millón de españoles cruzaron la frontera camino del destierro, siendo los primeros días de febrero las más numerosas caravanas.

Es esa salida por Gerona con ribetes de éxodo bíblico que narra Mercedes Sabater de Macarrulla cuando se despide de los padres, o María Isidra Bernaldo de Quirós de Cassá que acompaña a su hermana y cuñado, segundo del comandante republicano Líster y que no pierde el humor cuando relata que don Constancio, su padre, a pesar del hambre que pasaban reservaba la lata de sardinas para el gato, porque el animalito no sabía de esas cosas de la guerra.

Es la desgarrada salida de las hermanas González que simplemente se pierden en el puerto de embarque, son las estaciones del dolor para Luis Arambilet en una barcaza en Burdeos, o las peripecias de Bochaca para salvar la vida o simplemente esa mirada de niño, la de Juan Gil que atraviesa los Pirineos en busca del padre preso en el campo de concentración de Gurs y que se queda extasiado ante los fuegos artificiales que celebran el 14 de julio en Francia.

Lillibel Blanco, la joven maestra de ceremonias, dijo: Es la mirada de nuestro niño de la guerra. Es la mirada de Juan Antonio Bernabé Gil Argelés. Eso dijo esa noche de agosto, la editora senior del Departamento de Investigaciones y Divulgación del AGN. Y con ésta breve acotación intento trasmitir que los proyectos de trabajo del Archivo General de la Nación son entre departamentos, con la contribución, los conocimientos y el ímpetu de un equipo humano que se conforma de las profesiones, edades e intereses más disímiles. Esa noche el AGN festejaba nuestro niño de la guerra. Uno solo. No sabíamos lo que vendría.

Dos meses después, la exposición fotográfica Más fuerte que la muerte. Refugiados españoles a República Dominicana 1939- 1940, creció como esa ola de españoles del exilio y del llanto que llegó hace casi setenta años, del otro lado del Atlántico. Pero es una ola poblada de risas, de llanto, sí, de exilio pero también de esa poderosa fuerza espiritual del pueblo español que encontró consuelo en la generosidad del pueblo dominicano.

Desde el lunes, a principios de octubre, a la puerta del AGN han llegado más niños de la guerra y la exposición se ve regalada y premiada por ese incesante llegar de españoles y españolas que no se fueron, que se quedaron, que echaron raíces, que tuvieron hijos y nietos y que hicieron de República Dominicana una segunda patria.

Los hermanos José Luis y Antonio Rodríguez Villacañas Lopez de Haro ; Juan Benito Zaragoza, acompañados de Juan Gil y Luis Arambilet llegaron como un soplo de alegría, con ese fuego del espíritu que es más fuerte que la muerte.

Fue un soplo vivificante la llegada de esos niños de la guerra todos luciendo unos primaverales 73, 74 y 75 años. Ellos son la prueba de esa fuerza ancestral hecha poema por Darío, la del cachorro de león español regada en la América pagana y recuperada por la curadora para ponerle un símbolo iconográfico a un pedazo de historia dominicana y también latinoamericana.

El novelista Augusto Roa Bastos ha escrito que la literatura paraguaya y latinoamericana se hizo grande y tuvo vida propia a la sombra de Rafael Barrett. Aquel español que como ninguno encarnó la España del desastre de 1898. Que no dudó, en, a bastonazos atacar a toda una clase social española atrincherada en sus privilegios de casta. Después se marchó al exilio sudamericano. Desde Buenos Aires y como periodista describió la cruel realidad del campo argentino y en Paraguay dio vuelta a la historia oficial de la Guerra de la Triple Alianza.

Es el reflejo de un hombre en quien palabra y acción son dos pasos sucesivos.

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