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RD-Portugal: dos históricas gestas abrileñas

La viril campaña reivindicativa y en defensa de la soberanía nacional de los comandos cívico-militares bajo el mando superior del coronel Caamaño, dejó inequívoco testimonio del denuedo, el amor a la libertad y el patriotismo del pueblo dominicano.

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Ya previamente cumplida en la zona norte de la capital la draconiana “operación limpieza”, con su secuela de muertos y heridos, la siguiente fase “estratégica” consistió en reducir la confrontación armada a un “cerco de Santo Domingo” que abarcaba mayormente el perímetro del sureste de la capital, incluidos los sectores de Gascue, Ciudad Nueva, toda la Zona Colonial y Santa Bárbara, en los que a contar de esta segunda intervención militar directa de los Estados Unidos en la República Dominicana, el pueblo en armas asumió una guerra patria, en corajuda defensa de la soberanía nacional, sin que se hiciera esperar el eco a nivel internacional con una consecuencia abrumadora: el Sistema Interamericano quedaba en evidencia.

No habiendo ganado terreno el pretexto inicial del presidente norteamericano Lyndon B. Johnson de que se trataba de una operación destinada a “salvar vidas” de estadounidenses residentes en Santo Domingo, la Organización de Estados Americanos (OEA) se ve probablemente en su mayor apuro desde su creación en Bogotá en 1948, prosternándose a la conformación de un subterfugio con el que se pretendía cubrir una intervención directa, la creación de una Fuerza Interamericana de Paz “regida por Brasil”, a modo de solución “multilateral”.

La viril campaña reivindicativa y en defensa de la soberanía nacional de los comandos cívico-militares bajo el mando superior del coronel Caamaño, dejó inequívoco testimonio del denuedo, el amor a la libertad y el patriotismo del pueblo dominicano. Sin embargo, no tratándose de un proyecto elaborado en el tiempo como tal, la conocida popularmente entre nosotros como Revolución de Abril, reclamo constitucionalista y guerra patria, de lo que se han cumplido ya 60 años, dio paso, luego de la suscripción de un Acta Institucional el 3 de septiembre de 1965, a la conformación de un gobierno provisional al que correspondió convocar a elecciones presidenciales en 1966 cuyo resultado, extrañamente, se alejó de uno de los fines esenciales del levantamiento popular.

Como probablemente lo delineó la estrategia mayor, se prefirió la vuelta de una figura pública del pasado, el presidente Balaguer, y la subsiguiente marcha hacia un accidentado reordenamiento político-social, no sin que en el interregno siguieran ardiendo las brasas del autoritarismo.

Cumplido el monitoreo eleccionario, con uno de los candidatos, Juan Bosch, limitado virtualmente a competir a través de la radio, y debidamente conocidos los resultados, cesó por fin el 21 de septiembre de 1966 la segunda intervención militar norteamericana, incluida esta vez su estrafalaria connivencia brasileña y demás.

De esta suerte, rodando el curso del período de posguerra quedó sin embargo sentada en la letra sustantiva el Estado social y democrático de derecho en el que ha ido ganando terreno una alternabilidad en la gestión pública que apunta a la estabilidad de una democracia liberal cuyo mayor reto se sitúa en la necesidad del fortalecimiento de los controles estatales destinados a cuidar del patrimonio colectivo.

Lisboa: 25 de abril de 1974

Los portugueses, a su vez, han apreciado su Revolución de Abril como el hecho histórico que marcó el punto de partida hacia un ejercicio democrático pendiente desde la proclamación de la república en 1910.

Al amanecer del 25 de abril de 1974 empezó a brillar el sol de la libertad en la República Portuguesa después de casi medio siglo de dictadura desde que el economista y antiguo ministro de Finanzas, Antonio de Oliveira Salazar, accediera al poder en 1926 hasta 1968 cuando un accidente cerebro-vascular lo alejó del mando hasta su muerte en 1970, todavía bajo la vigencia del denominado “Estado Novo” (Estado Nuevo), que sucedió en el mando el primer ministro Marcelo Caetano, bajo quien la dictadura continuó por sus fueros.

El gesto solidario de la población civil se manifestó con la entrega de claveles a oficiales y soldados, a fin de que los lucieran mientras recorrían las calles centrales de Lisboa después que Caetano y sus ministros resignaran el mando en presencia del general Antonio Spínola y el aguerrido capitán Salgueiro Maia. Las masas aclamaban el final de la censura y de la represión.

Pero en la República Portuguesa la Revolución de Abril fue todo un proyecto. El Movimiento de los Capitanes se articuló en agosto de 1973, ocho meses antes del éxito inicial de la operación “Viraje Histórico”, fijando su responsabilidad y ejecución exclusivamente en las Fuerzas Armadas, aunque bajo el velado influjo de las inclinaciones ideológicas cursantes.

De la Revolución de Abril portuguesa se mencionan entre los mentores a cuatro entonces jóvenes oficiales de discreta tendencia socialista, los capitanes Ernesto Melo Antunes, considerado el ideólogo; Vasco Lourenço, ahora coronel retirado y presidente de la Fundación 25 de Abril, catalogado como el combatiente; Víctor Alves, tenido como un militar con mentalidad de extrema izquierda, y el jefe de operaciones, Otelo Saraíva de Carvalho. Con ellos se juntaron después algunos otros oficiales, considerados con mentalidad de centro-derecha.

Al contar esta experiencia histórica en una publicación conmemorativa de los 50 años de la Revolución de Abril de 1974, uno de los capitanes de entonces, Martins Guerreiro, describe la naturaleza beato-corporativa del régimen de fuerza que adoptó como norte la Constitución de 1933, de partido único, adherida al modelo fascista de prohibición de las libertades públicas, imponiendo en cambio la censura, el espionaje primordialmente de la juventud, mediante una policía política, la llamada Policía Internacional y de Defensa del Estado (PIDE), equivalente a lo que en nuestro país bajo la dictadura de Trujillo constituyó el Servicio de Inteligencia Militar (SIM) que perseguía, torturaba y asesinaba a elementos contrarios al régimen, mientras en Portugal operaban, además, otros organismos de represión, tales como la llamada Legión Portuguesa y la policía de choque, contra todo género de manifestación pública.

De modo semejante a como nos lo describiera en su oportunidad el coronel Lourenco, en nuestra primera visita a la Asociación 25 de Abril, en Lisboa, el proyecto revolucionario era de compendiarse en los siguientes puntos básicos:

1. La preparación y planeamiento de la operación “Viraje Histórico” y su comando y ejecución, fueron única y exclusivamente de la responsabilidad del Movimiento de las Fuerzas Armadas (MFA), pese a una cierta influencia de tendencias ideológicas en algunos de los comprometidos.

2. Más aún, el programa político, elaborado por los militares con mayor conocimiento de la naturaleza de la dictadura tomó como referencia inspiradora las tesis del Tercer Congreso de Oposición Democrática, correspondiendo a los anhelos de libertad, paz, democracia y mejores condiciones de vida para el pueblo portugués. (Allí, sin duda, tuvo notable incidencia la izquierda, el Partido Comunista de Portugal (PCP), entidades socialistas, social-demócratas y facciones de la derecha, de moderada inclinación democrática).

3. La adhesión espontánea del pueblo desmoralizó a la jefatura superior de las fuerzas del régimen; les redujo capacidad de maniobra, transformando el 25 de abril en un proceso revolucionario potenciado por el programa del MFA.

4. El no derramamiento de sangre en la operación militar fue una preocupación básica del Movimiento para poner fin al denominado Estado Novo y deponer a Caetano, situando a Portugal en condiciones de iniciar la edificación de un proceso democrático. Se pretendía a todo costo evitar muertes. Sólo en último caso se apelaría a la violencia. Sobre tales principios se cifraron los valores éticos y humanistas que animaron a los militares comprometidos en la acción revolucionaria.

Una de las primeras providencias de la Junta de Salvación Nacional que presidida por el general Spínola se instaló de manera transitoria luego de la deposición de la dictadura, fue la liberación de los presos políticos de los centros carcelarios de extrema represión como la prisión de Caxias, por la que en su momento llegaron a pasar un tiempo privados de su libertad, Fidelio Despradel, Cayetano Rodríguez del Prado, Juan Miguel Román, Emilio Cordero Michel y Abel Rodríguez del Orbe, entre otros entonces jóvenes dominicanos de línea progresista, deportados por el triunvirato gobernante después del derrocamiento del presidente Bosch.

La referida Junta asumía, asimismo, el compromiso de llamar a elecciones libres, previa convocatoria a una Asamblea Constituyente, mientras la Revolución mostraba uno de sus más trascendentes efectos: la liberación de las viejas colonias portuguesas en África (Angola, Mozambique, Guinea-Bisseau, Cabo Verde y Santo Tomé y Príncipe).

Por lo menos en tres de esas naciones africanas, en las que nos desempeñamos como embajador concurrente (las repúblicas de Angola, Guinea Bisseau y Cabo Verde), pudimos comprobar el reconocimiento que mucha gente allí hace de la contribución que representó la Revolución de Abril o de los Claves, de Portugal, para concluir la lucha que esos pueblos habían iniciado para salir del estatuto de colonias de Portugal.

A contar del verano de 1974 la Revolución portuguesa se encontró con el reto de atender al lema que se había trazado, según el profesor João Vasconcelos Costa, de las tres “D”: democratizar, descolonizar y desarrollar… Pero los portugueses no estaban frente a un acto de magia. Las izquierdas (comunistas y socialistas) mostraron marcados desacuerdos con las tendencias de los partidos de centroderecha, conflicto que se proyectó al seno de las Fuerzas Armadas.

El primer efecto de la repercusión del percance en la esfera militar fue un intento de golpe de Estado el 25 de noviembre de 1975, al que la conciencia revolucionaria opuso un contragolpe liderado por el general António Ramalho Eanes, quien el 27 de junio de 1976, ya en retiro militar, resultó elegido como el primer presidente de la nación lusa después de la Revolución de los Claveles.

Corrió así la primera experiencia con la nueva Constitución de la República Portuguesa, proclamada el 2 de abril de 1976 en cuyo preámbulo se consigna que “el 25 de abril de 1974 el Movimiento de las Fuerzas Armadas, coronando la larga resistencia del pueblo portugués e interpretando sus sentimientos profundos, derribó al régimen fascista”.

La República Portuguesa quedó establecida desde entonces como un Estado de derecho democrático basado en la soberanía popular, el pluralismo de expresión, la organización política democrática, la separación e interdependencia de los poderes públicos y los derechos y libertades democráticos.

Pero los retos asumidos para el “Viraje Histórico” anhelado sobre las cenizas del milenario régimen monárquico, 64 años después de la proclamación de la república, implicó la aplicación, sin pausa, de un PREC (Proceso Revolucionario en Curso) que en medio de sus complejidades comprometió, así a las Fuerzas Armadas cuanto a los partidos políticos y a la ciudadanía.

Transcurridos ya sesenta años en la República Dominicana y cincuenta en la República Portuguesa, el balance de ambas gestas abrileñas muestra una innegable sustentación de las libertades y derechos democráticos, sin duda un vuelco del pasado de opresión política. Pero lastrado por una todavía deficitaria proyección económica y social.

Sobre el autor

MIGUEL ANGEL PRESTOL