Suprema Corte de Justicia,
Corte Suprema de Justicia

Suprema Corte de Justicia, <BR>Corte Suprema de Justicia

JOSÉ ANTONIO MARTÍNEZ ROJAS
El viernes 18 del mes que discurre asistimos en representación de la Junta Agroempresarial Dominicana (JAD) a la inauguración del moderno edificio que alojará el Registro Inmobiliario y el Tribunal de Tierras en la ciudad de Salvaleón de Higüey. Mientras nos encontrábamos de pie frente al podium en donde el presidente de la Suprema Corte de Justicia, doctor Jorge Subero Issa, y otros oradores se dirigirían al selecto público, compuesto por jueces, autoridades civiles, militares, eclesiásticas y abogados, notamos en el mismo la inscripción: Suprema Corte de Justicia.

No obstante nuestra profesión de doctor en derecho, egresado de la antigua Universidad de Santo Domingo (USD), no nos habíamos percatado de esta traducción literal de la entidad denominada «Supreme Court of Justice», de los Estados Unidos de América, lo cual convierte el nombre de nuestra institución en un anglicismo imperdonable, que según el magistrado presidente sólo se ha cometido en tres países de América: México, Uruguay y por supuesto, el nuestro.

Lo inaudito de esta evidente falla literaria, es que en nuestra Constitución -donde aparece la frase de Suprema Corte de Justicia– ha sido varias veces reformada sin que los constituyentes hayan enmendado tan craso y evidente error gramatical. Los legisladores que por motivos políticos han variado el texto de nuestra ley de leyes nunca han presentado una moción tendente a variar la denominación por la correcta: Corte Suprema de Justicia.

Muchas personas y hasta abogados se preguntarán cuál es la importancia que debe tener este cambio. España, país que nos legó el idioma, tiene las instituciones denominadas Las Cortes, seguido de cualquier apelativo subsiguiente para diferenciar una de otra, contrario a la nuestra, que inicia con Suprema. Por supuesto, el cambio de nombre sólo será posible cuando se modifique nuestra Constitución y se enmiende el desacierto.

Enmendar una equivocación que ha gravitado por tantos años en nuestro ambiente jurídico no debería ser objeto de un debate ente aquellos que serán elegidos para la reforma constitucional, ya que de suscitarse duda sobre la materia podrían solicitar una consulta escrita a la Academia Dominicana de la Lengua para su sustentación, aunque entendemos que lo que salta a la vista no necesita ser aprobado.

Esperamos que en la próxima reforma de la Constitución de la República, este atentado lingüístico sea enmendado, para que tantos «letrados» no sigan siendo objeto de crítica merecida, ya que de una u otra forma contribuyeron a mantener por tantos años este imperdonable y simple error gramatical de párvulos. El grave problema nuestro es que a todas las cosas le buscan el matiz político. A lo mejor se destapa uno de esos eruditos politólogos que nos gastamos y exprese el temor que ese cambio pueda irritar a la Embajada norteamericana y que el imperio pueda tomar represalias contra el país. No es broma, aquí tenemos tantos mojigatos que las cosas más descabelladas pueden suceder. Esa es la razón por la cual nos tildan de «un país muy especial».

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