Sutilezas de los flujos migratorios en sociedades de riesgo

Sutilezas de los flujos migratorios en sociedades de riesgo

A mediados de los años setenta, cuando estudiábamos antropología en la Facultad de Economía de la Universidad Central de Venezuela, mientras cruzábamos el puente que separaba la Universidad de la Plaza Venezuela, le decíamos a nuestros compañeros de estudios de la época, entre ellos algunos representantes del Socialismo del Siglo XXI: “Traten bien a los colombianos, porque algún día, se van a tener que ir a vivir a Colombia”.
Eran los años del boom migratorio hacia Venezuela: la riqueza petrolera corría por las calles, con un bolívar a 4.30 por dólar, y desde diferentes partes del planeta, llegaba la gente a Caracas que, junto con Paris, New York y Londres, eran las ciudades emblemáticas del jet set internacional.
Venezuela tenía apenas 12 millones y medio de habitantes, y el valle de Caracas contaba dos millones. Ya se sentía la contaminación; los pájaros habían comenzado a emigrar, entre las ranitas cantarinas, que salpicaban los atardeceres caraqueños en urbanizaciones como Los Naranjos y las Mercedes, donde se cometían asesinatos a plena luz del día. La violencia instalada desde los años de la guerrilla, no fue controlada por la democracia, ni el socialismo del siglo XXI, que logró normalizarla, haciendo de Venezuela uno de los países más violentos del mundo.
Hoy, 43 años más tarde, cuando Venezuela vive una crisis sin precedente en su historia, la ONU estima que 3 millones de refugiados y migrantes venezolanos han abandonado su territorio, siendo Colombia el mayor receptor de un flujo migratorio sorprendente, a un ritmo de llegada de 5 a 7 mil personas por día – afirmando las autoridades colombianas que cuentan con 1 millón 500 venezolanos, cifra que esperan duplicará en los próximos meses. Sutilezas de las migraciones, dirán algunos…
La llegada de venezolanos ha generado una crisis humanitaria en la región, especialmente en Colombia, poniendo en riesgo los aprestos de paz y de precaria estabilidad social, donde la violencia e inseguridad ciudadana han sido persistentes durante más de medio siglo. La sociedad apenas puede garantizar condiciones mínimas de subsistencia, siendo deplorable el estado de la población venezolana que deambula por las calles, asistida por la población local, aun en las regiones más pobres, como la ciudad de Cúcuta, tradicional punto de pasada de los flujos irregulares entre ambos países.
República Dominicana, con su doble condición de receptor y emisor de migrantes, tiene una interesante historia poblacional con los venezolanos, que se remonta a la época precolombina, y desde el boom petrolero, toma diversas formas de captación. Los nacionales de ambas naciones han sido bien recibidos en diversas oportunidades en una y otra sociedad. Hoy, cuando se cree unos 20 mil venezolanos están en el país, hemos roto lo que ha sido una tradición bilateral de acogida, en momentos políticos puntuales entre ambas naciones: figuras destacadas de ambos países enfrentaron persecuciones de dictaduras en el siglo pasado. Ahora con el dictador Nicolás Maduro, hemos olvidado que fue Venezuela, durante la dictadura de Trujillo, nuestro mayor refugio en la región – produciéndose toda una generación de dominico-venezolanos, que hoy intentan regresar al país de sus padres, temerosos y mal acogidos.
Los venezolanos que están llegando merecen otro trato, una amnistía migratoria por ejemplo, que les permita por lo menos tener documentos, que les garanticen cierta seguridad laboral, evitando los abusos de los cuales son víctimas, debido al alto costo de los trámites, corrupción e inseguridad.
Dado que este siglo parece ser el de los desplazamientos poblacionales intensos, de los cuales somos parte, como lo ilustra la cotidianidad, algún dominicano quiere irse o se fue, a buscar la felicidad en otra geografía.
Nuestras autoridades deben revisar sus políticas migratorias y su participación en acuerdos internacionales para proteger sus nacionales y, adaptarse a los cambios geopolíticos de la región, las fluctuaciones de las economías y el surgimiento de inesperadas fuentes de riquezas, ya que no es de extrañar que alguna vez, nos vayamos todos a trabajar a Haití, por ejemplo, que durante siglos, solo envía sus nacionales hacia otros puntos de captación.
Puede ser que tras haber usurpado y mal gastado todas nuestras riquezas, como ha hecho Venezuela, tras confiar en políticos farsantes, algo que venimos haciendo desde hace ya varios años, nosotros también enfrentemos las sutilezas de los flujos migratorios. En un mundo global, intercomunicado e inesperadamente cambiante, donde las sociedades se han convertido en manufactura de riesgo, como recuerda el sociólogo alemán Ulrich Beck.

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