Sutilezas de una crisis financiera

Sutilezas de una crisis financiera

Los principales bancos centrales del mundo, incluido, por supuesto, el de los Estados Unidos, se han unido para hacerle frente a la gran crisis financiera norteamericana. Es  una reacción de supervivencia porque una crisis en la principal economía mundial tiene un efecto dominó de consecuencias impredecibles sobre las demás economías. Pero lo que debe estar inquietando a los expertos en estos momentos no es la crisis en sí y sus proyecciones, sino sus causas y naturaleza, su origen, y por qué sus blancos predilectos  han sido los bancos más grandes y sólidos, los más regulados y vigilados.

Como ejercicio para tratar de llegar al origen se podría recurrir al análisis de cuantiosísimas operaciones financieras especulativas basadas en “futuros” y sustentadas en valores solo existentes en los papeles. Por ejemplo, es el caso de las “compras” a futuro que distorsionaron el mercado petrolero y elevaron los precios del crudo a US$147, un crudo que nunca tuvieron a la mano los compradores, pero que se mercadeaba y servía de garantía para transacciones financieras.  La crisis financiera actual debería obligar a revisar normas prudenciales y regulaciones. El hecho de que las entidades más reguladas y supervisadas hayan sido  las primeras en quebrar no obedece a falta de vigilancia, sino a algo peor, que es la posible infuncionalidad de los procedimientos de fiscalización.

 

Contra los delitos ambientales

En el  país tiene que producirse un cambio de actitud ante los delitos ambientales. Es necesario pasar de la indiferencia a la persecución y castigo de toda aquella acción humana que degrade de alguna forma el ambiente y el equilibrio ecológico. Nadie actúa contra los depredadores de bosques, destructores de cauces de ríos, los que  contaminan con sustancias y ruidos y, en fin, contra quienes atentan contra el hábitat.

 Un paso necesario es la revisión de las penalidades previstas para estos delitos con la finalidad de endurecerlas tanto como sea necesario para resguardar la integridad del ambiente. Por el otro lado, se debería estimular la protección y multiplicación de bosques, el cuidado de los ecosistemas y otras prácticas amigables con la naturaleza. La premisa de que el ambiente corresponde a todos no debe afianzar la creencia de que es de nadie la responsabilidad de preservarlo. Hay que darle un cambio radical a nuestra actitud en este aspecto.

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