Tacto que evita líos

Tacto que evita líos

Es sorprendente que a la prudencia le llamen tacto; el juicio cauteloso del hombre “con tacto” indica que somos capaces de “hacernos cargo de las circunstancias” y, por tanto, practicar una forma de inteligencia inmediata, sin intervención de silogismos de lógica formal. El tacto abre una vía abreviada de razonamiento, donde razón pura y razón práctica se conjugan. Una decisión hecha “con tacto” se hace después de haber considerado “un abanico de posibilidades”. De los muchos aspectos de ese “abanico”, el hombre “con tacto” sopesa y escoge los más relevantes. ¿Qué “sabiduría olfatoria” le lleva a desechar unas cosas y a “importantizar” otras?
Se dice a menudo -a manera de consejo-, que no se debe hacer esto o aquello “por simple tacto”. La verdad es que eso que llaman tacto no tiene nada de simple, pues opera en relación con asuntos complejos. En primer lugar, las cuestiones políticas, que casi siempre presentan un intrincado “paralelogramo de fuerzas”. ¿Sería apropiado bautizar esta forma de aprehensión cognoscitiva como “conocimiento táctil”? El ciego que toca los objetos que le rodean, explora, a través del tacto, cuál será su camino expedito; tantea antes de avanzar para no tropezar; se estima que cultiva habilidades sensoriales que no tienen los videntes normales.
En su edición del lunes pasado, el periódico “Hoy” publicó un aforismo del norteamericano Brian Bowling. Esa sentencia afirma: “La diplomacia te saca de un problema en el que el tacto te hubiera evitado meterte”. Después que alguna persona sin tacto mete la pata -y mueve el muslo-, es dificultoso para los diplomáticos lograr corregir el entuerto. Con frecuencia vemos a los líderes políticos desperdiciando gran parte de sus energías en enmendar yerros de colaboradores con poco o ningún tacto.
¿Por qué ciertas personas ofrecen declaraciones conflictivas, que no ayudan a sus superiores, ni les traen ventajas a quienes las hacen? Los viejos maestros recordaban a menudo “la sindéresis”, una palabra griega no muy usada hoy, que significa la capacidad de obrar en forma ajustada y eficiente en cada caso; también, juzgar rectamente y con acierto. Obrar y juzgar van juntos en los hombres “con tacto”. Desgraciadamente, ese tacto que evita líos, no es virtud que abunde entre funcionarios.

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