Taipei, Taiwán. Los dragones miran al cielo como si quisieran bailar. Sus sonrisas, siempre lúdicas y enigmáticas, llenan de luz a los dioses que están en cada altar mirándoles y esperando que salgan a su encuentro.
Vestidos de vivos colores, los templos orientales cautivan a todo el que llega a esta ciudad. Pero su influjo no es casual: más allá de la magia que pende de ellos, son el reflejo de la gran espiritualidad que tiene el pueblo chino.
Gracias a ella, y a pesar de que la isla tiene 23 millones de habitantes (seis millones setecientos mil de ellos en la ciudad y el condado de Taipei), todo rezuma paz.
La ciudad moderna. Con calles limpias, un denso tránsito en el que priman las motocicletas y los imponentes edificios que hablan de la pujanza económica del país, Taipei es una ciudad cosmopolita con gran influencia occidental.
La mejor muestra de ello está en la moderna arquitectura de los edificios, sobre todo los que alojan las sedes de las empresas más importantes.
Pero la marca Taiwán es, indudablemente, el Taipei 101, una torre de 106 pisos -5 subterráneos- que ostentó el título de edificio más alto del mundo hasta el año 2007, cuando se inauguró el Burj Khalifa de Dubai.
En cuanto a lo tradicional, hay dos espacios de rigor: el Museo Nacional del Palacio, que guarda antiguos objetos y tesoros chinos; y el Museo de Chiang Kai-Shek, levantado en memoria del venerado dictador que gobernó desde 1949 hasta 1975.
Noches taiwanesas. Si durante el día sorprende ver que casi no hay gente en la calle, porque está concentrada en su trabajo, de noche las ciudades taiwanesas son una fiesta: los mercados nocturnos están a rebosar y no falta un restaurante o un bar donde gastar unas buenas horas. Y es que comprar y comer son, sin lugar a dudas, dos de las grandes pasiones de los taiwaneses.
Ambas pueden apreciarse en su máxima expresión recorriendo el mercado nocturno Rao-ho, una amplia calle peatonal donde las tiendas se suceden unas a otras mientras que los tarantines ocupan toda la calzada. ¿Qué encontrar? Desde cabeza de pato frita, tofu apestoso (así como se llama huele, por lo que uno queda impregnado con su aroma) o tortitas de arroz dulce hasta carteras, zapatos, uñas acrílicas, objetos de cristal… casi todo lo que se le pueda ocurrir.
Pero también, porque el solaz es parte de la tradición, en el mercado aparecen servicios tan relajantes como los de un masaje.
Cita obligada. Si Taipei conquista, el interior de Taiwán enamora sin remedio: no hay nada como conocer las islas del archipiélago de Matsu, donde el alma se pierde con su sol y el derroche de un ambiente que parece enclavado en el Mediterráneo; perderse en los bohemios y artísticos rincones de Rueifang, un antiguo pueblo minero enclavado en la montaña; o disfrutar de la Naturaleza en el ecológico distrito de Yilan.
Visitar estos lugares es cita obligada en Taiwán, donde es mejor viajar con alguien que hable chino pues pocas personas saben inglés. De cualquier manera, el taiwanés es tan amable que hará el esfuerzo de entenderle. De no ser así, sólo queda vivir la aventura. ¿Se atreve a intentarlo?