Obligado por el imperio japonés el gobierno chino firmó el humillante tratado de Shimonoseki, con el que entregó por la fuerza a Japón la isla de Taiwan y las Penghu
Indivisible. China la reconquistó con guerra
Hace más de 1700 años que se conoce la pertenencia de la isla de Taiwana la nación china.Desde los “Registros de Linhai” ya existen pruebas históricas escritas de esa integración nacional.
En los Siglos III y VII el régimen del Reino Wu y el gobierno de la dinastía Sui enviaron a la isla muchos miles de chinos del continente para desarrollarla y a partir del Siglo XVII esa integración se fortaleció aún más con la creación de organismos administrativos que ejercieron una jurisdicción y un control efectivo sobre esta provincia china principalmente a partir de la dinastía Yuan.
A mediados del Siglo XVII los colonialistas holandeses invadieron y ocuparon militarmente a Taiwan, pero fueron derrotados y expulsados por el pueblo chino y su héroe nacional Zheng Chenggong en 1662 restableciéndose así de forma plena la soberanía china sobre la isla.
Sin embargo luego de la derrota sufrida por China en la guerra de agresión japonesa durante los años 1894-1895, el imperio japonés obligó al gobierno chino a firmar el humillante tratado de Shimonoseki entregando por la fuerza la isla de Taiwan y las Islas Penghu a Japón.
Durante la sangrienta ocupación del imperialismo japonés a la isla de Taiwanlos japoneses participaron en varias campañas genocidas contra el pueblo chino de Taiwan las que tuvieron un momento culminante en el llamado incidente de Musha de 1930 donde los mejoresexponentes del pueblo chino fueron arrestados y masacrados por los invasores japoneses.
Pero todo esto no fue sino el comienzo de un perverso plan de más firme asimilación de toda la isla al imperio japonés. Se enseñó a los chinos de Taiwan a verse y sentirse como japoneses bajo el movimiento Kominka, prohibiéndose la cultura y religión de los pobladores chinos de Taiwan y obligándolos a adoptar apellidos japoneses.
En 1937 el pueblo chino, unificado en un gran acuerdo nacional, inició una guerra de liberación en todo el territorio de China contra el imperialismo japonés que culminó con la rendición incondicional de Japón en agosto de 1945 y su aceptación de la “Declaración de Postdam” y la “Declaración de El Cairo” que devolvían la Isla de Taiwan a la plena soberanía de China, los cuales tienen absoluta vigencia el día de hoy.
Al finalizar la Segunda Guerra Mundial se reanudó, con gran intensidad, la guerra por la liberación nacional china encabezada por Mao Zedong, líder del Partido Comunista de China, de un lado, y las fuerzas de los caudillos militares de ultraderecha liderados por Chiang Kai-shek por el otro lado.
Las fuerzas de Chiang fueron apoyadas por los Estados Unidos y por un grupo de gobiernos al servicio de los norteamericanos, entre ellos la tiranía de Trujillo. Durante el año 1949 los comunistas chinos lograron una victoria tras otra hasta proclamar en Pekín la República Popular China el 1 de octubre de 1949.
El día 7 de diciembre de 1949 las tropas de Chiang Kai-shekfueron derrotadas, y con un fuerte apoyo militar estadounidense, huyeron hacia la isla china de Taiwan, acompañados en su fuga por dos millones de seguidores, robándose muchos tesoros nacionales así como grandes reservas de oro y divisas extranjeras pertenecientes al pueblo de China. De este modo triste comenzó la “gran prosperidad económica” de Taiwan.
Las fuerzas tiránicas de Chiang Kai-shek reclamaron ser la República de China, o“nacionalista”, con “soberanía” imaginaria sobre toda China,y las potencias occidentales, en un gesto lamentable e irracional le otorgó el asiento como miembro permanente del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, con poder de veto, situación que duró hasta el día 25 de octubre de 1971 en que fueron expulsados de todos los organismos de la ONU por la comunidad internacional.
En 1964, durante mi conversación con Mao Zedong, el fundador de la República Popular China, nos destacó la agresión que sufría su país por parte de los Estados Unidos, indicándonos que la presencia de los norteamericanos en la provincia china de Taiwan y en sus aguas circundantes una agresión intolerable que más tarde o más temprano tendría que terminar y lamentó la actitud de los Estados Unidos y otros países de occidente hacia la cuestión de Taiwan.
Nos señaló varias veces que la isla era parte integrante de China y que, más tarde o más temprano, Taiwan volvería al lugar que le correspondía.
Me impresionó mucho la poca importancia que le otorgaba Mao, y los dirigentes chinos en general, al problema del tiempo en la cuestión taiwanesa.
Nos repitió que el pueblo chino no tenía prisa en este asunto y que, si su generación no lograba ver la reintegración de la isla al territorio de China, entonces lo vería la siguiente y, si no, entonces lo vería la próxima, pues lo verdaderamente importante era que estratégicamente el triunfo estaba claramente asegurado, aunque en el aspecto táctico tuvieran que soportar el alejamiento transitorio de aquella isla amada que los portugueses llegaron a bautizar con el nombre de Formosa, o “hermosa”.
En la actualidad el presidente Xi Jinping ha renovado y fortalecido esa política de unidad nacional y de recuperación de los derechos arrebatados a China por las potencias occidentales durante los últimos siglos, reafirmando su estrategia de apoyarse en la historia para impulsar el presente y consolidar el futuro.
Xi Jinping ha establecido además una línea roja que no debería ser cruzada nunca por las potencias occidentales: la supuesta “independencia” de Taiwan.
Creo que las potencias occidentales deberían aprender de una vez por todas que China desea ardientemente la paz y estabilidad del mundo entero, pero tiene principios sobre los cuales no está dispuesta a transigir.
Los pueblos del occidente, así como la humanidad completa, también ansían y la paz y además la merecen.