El presidente de Afganistán, Ashraf Ghani, abandonó este domingo el país poco después del avance de los talibanes sobre la capital, Kabul, en lo que parece ser la culminación de la gran ofensiva que les ha llevado a recuperar el control del país tras la retirada de las tropas internacionales. El que fuera su gran rival político y ahora negociador jefe del Gobierno afgano con los talibán, Abdulá Abdulá, confirmó la salida del mandatario, a quien se ha dirigido ya como “expresidente”.
En un comunicado oficial, las autoridades afganas anunciaron la creación del Consejo de Coordinación que se encargará de gestionar “una transferencia pacífica de poder” tras la llegada a la capital, Kabul, de la insurgencia talibán. Este consejo estará formado por el expresidente afgano Hamid Karzai, el negociador jefe del Gobierno afgano en las conversaciones de paz con los talibán, Abdulá Abdulá y el antiguo ‘señor de la guerra’ y líder de Hezb-e-Islami, Gulbuddin Hekmatyar, una de las figuras ‘muyahidin’ de más relevancia durante la guerra contra la Unión Soviética en los ochenta.
La misión de este organismo será la de “prevenir el caos y reducir el sufrimiento de la gente, y para administrar mejor los asuntos relacionados con la paz y la transferencia pacífica” de poder en el país, en especial tras la salida del presidente Ghani, que se habría dirigido a Tayikistán.
Los combatientes talibanes estaban llegando a la capital “desde todos lados”, dijo a Reuters un alto funcionario del Ministerio del Interior afgano. Sin embargo, no hubo informes de enfrentamientos.
Luego de horas de asedio en las puertas de la capital, los talibanes anunciaron su entrada definitiva a Kabul. De acuerdo con el portavoz habitual de los fundamentalistas, Zabihulá Muyahid, tras recibir confirmación de que las fuerzas de seguridad habían abandonado partes de la ciudad y sus puestos de control, las fuerzas de los talibán han entrado en la zona para evitar “el caos y los saqueos”.
Los talibanes, que previamente habían asegurado que no entrarían en la capital hasta que se produjera una transición de poder pacifica, insistieron en que la población “no debe temer a los muyahidines”. Afirmaron que sus combatientes entrarán en la ciudad “con calma, no se meterán con nadie. Los militares y los empleados civiles del Gobierno deben confiar en que nadie les hará daño”. ”No le está permitido a ningún combatiente entrar en casa alguna o torturar o molestar a nadie”, sentenciaron. Tras la orden, combatientes talibanes comenzaron a patrullar las calles de Kabul, registrando a las personas que se iban encontrando, para luego dejarlas seguir, según pudo ser testigo Efe.
Con las negociaciones en marcha, los talibanes se preparan para volver al poder en Afganistán tras 20 años de conflicto, después una ofensiva arrolladora en la que reconquistaron casi la totalidad de las capitales de provincia del país solo diez días después del comienzo de la retirada definitiva de las fuerzas internacionales, hasta llegar hoy a Kabul.
Los acontecimientos se han precipitado en las últimas horas, desde que los talibanes asumieron por completo el control del norte del país con la toma de la ciudad de Jalalabad y cercaron a la capital, coincidiendo con el inicio de la evacuación de la Embajada de Estados Unidos en Kabul, una operación en la que participan 5.000 militares norteamericanos.
La situación se encuentra en un momento de espera. Múltiples fuentes de medios regionales han apuntado que el exministro del Interior Alí Ahmad Jalali, de 81 años , tiene todas las voluntades para dirigir este nuevo ejecutivo. El académico emerge como un candidato de consenso como antiguo comandante durante la invasión soviética de los años 80 en Afganistán, y tendría el beneplácito de Estados Unidos merced a su educación en este país frente al vilipendiado Ghani, a quien los talibán acusan de ser un títere de Estados Unidos.
Las partes, sea como fuere, no esperan una solución inmediata. El portavoz internacional de los talibanes, Suhail Shahein, cree que la transición será “cuestión de días”.
La tensión en la capital está por las nubes: a los atascos de tráfico provocados por el éxodo de buena parte de la población, se suma la posibilidad de enfrentamientos esporádicos a pesar de que los talibanes prometieron no recurrir a la fuerza.