También el arzobispo

También el arzobispo

Recuerdo que cuando designaron al doctor Manuel García Lizardo como Presidente de la Junta Central Electoral, escribí señalando que era una mala decisión ya que ese señor era complaciente con el Poder Ejecutivo. Y eso era y es peligroso cuando se trata de un estamento tan importante, donde se decide el futuro inmediato del país cada cuatro años.
Entre García Lizardo, quien a la sazón era Procurador General de la República y el Presidente Joaquín Balaguer, aprovecharon los días de Navidad para enviar a España a un narcotraficante importante, sin que hubiera sido juzgado. Se saltaron la verja y pensaron que nadie los vería.
Lo recuerdo ahora, cuando se habla, se grita y se reclama, con razón, por la constitución de una nueva Junta Central Electoral independiente, imparcial, que ponga primero la moral, las buenas costumbres el respeto a la propia fama, la honestidad en las actuaciones públicas y privadas, una conducta acrisolada, integrada por gente de vergüenza a quien le preocupe el hoy, el mañana y el juicio de la historia.
No es difícil hallar gente así. El país tiene una gran cantidad de gente decente, seria, capaz, responsable, dispuesta a servirle a la Nación, pero…
El arzobispo de Santo Domingo, monseñor Francisco Ozoria, entre otras decenas de personas y personalidades, ha puesto el dedo en la llaga “el que tiene más fuerza es el que tiene más poder y lleva la delantera y aventaja entonces a los demás”.
A poco de la muerte de Trujillo alguien dijo que el país civilizado, democrático, respetuoso de la Constitución y las leyes, la moral y las buenas costumbres que reclamaba la oposición, precisaba de ciudadanos suizos y como los dominicanos no lo éramos sería muy difícil, o imposible, que fuésemos dirigidos por un gobierno como el reclamado.
Adoptar el pensamiento de monseñor Ozoria y sentarse de brazos cruzados, no debe ser la actitud de quienes abogamos por reglas de juego claras para que en el país la gobernabilidad se base en el respeto al derecho ajeno.
El principal derecho político es el de elegir y ser elegido, en un ambiente de respeto por las personas, por las reglas, por las leyes, con igualdad de oportunidades, sin trampas, sin quisondas, sin jueces “complacientes”.
Necesitamos hombres capaces de responder sin temor al hombre del espejo del baño frente al cual se afeitan, sobre la conducta y ejecutorias adoptadas para garantizar la imparcialidad, el cumplimiento de la Ley Electoral y los reglamentos.
Si el Senado elige gente parcializada, deshonesta y cobarde, que tanto el Senado como los nuevos miembros de la JCE sepan que, junto con los actuales, serán juzgados, mejor temprano que tarde, para que paguen por sus crímenes políticos.

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