En los evangelios, una y otra vez, Jesús de Nazaret dio muestras de una paciencia heroica hacia sus discípulos. En el evangelio de hoy (Juan 6, 61 – 70) encontramos otro tipo de actuación de parte de El Maestro.
Jesús se presentó como el Enviado decisivo de parte de Dios. Muchos discípulos de Jesús reaccionaron así: “Este modo de hablar es duro, ¿quién puede hacerle caso?”. Más adelante leemos, “desde entonces, muchos discípulos suyos se echaron atrás y no volvieron a ir con él”.
Viendo que tantos se marchaban, uno esperaría que Jesús rebajase las exigencias de su mensaje para al menos mantener fieles a los Doce. Sorprendentemente, Jesús les preguntó: “¿también ustedes se quieren marchar?”
El paciente y dulce Jesús no quiere seguidores por rutina, exige una decisión personal a partir de lo que ellos han visto y oído en sus caminatas junto a él.
En la primera lectura de la misa de hoy (Josué 24, 1 a 18) al entrar en la tierra prometida, Josué conmina a las tribus de Israel a definirse a partir de lo vivido: –escojan a quién quieren servir: a los dioses extranjeros, o al Señor que nos sacó de la esclavitud de Egipto.
Que nadie se incomode cuando nuestra Iglesia le exija, para bautizar, definir su posición respecto de la persona y del mensaje de Jesús de Nazaret. Jesús no quiso seguidores resignados, la Iglesia nos confronta con la misma pregunta: “¿también ustedes quieren irse?”.
Inicia otro año escolar, muchas empresas reinician sus labores. Sacudamos la rutina y el cinismo. Derrotemos el indolente resignarse a más de lo mismo. Nos toca a todos definir desde el corazón lo que queremos ser, comprometer, aportar y exigir.
Ojalá podamos hacer nuestra la respuesta del apóstol Pedro: “¿a dónde iremos? Tú tienes palabras de vida eterna”.