Tamboras y acordeones

Tamboras y acordeones

La música es un arte universal; pero es también “territorial”. Existen valses que son “exclusivamente” vieneses; del mismo modo, hay habaneras y polonesas. Federico Chopin, el compositor polaco, escribió veinte de ellas. Sus huesos están en un cementerio parisiense; pero su corazón, siguiendo sus deseos, fue enviado a Polonia. Los aragoneses tienen la jota; algunas danzas son puertorriqueñas y nada más. La música flamenca es inconfundible. La guitarra se toca en todas partes; sin embargo, hay guitarras que son flamencas, como si llevaran en el cordaje un pasaporte. La gaita, o es gallega o escocesa; la balalaika es rusa; los violines son de Italia. La música y los instrumentos tienen “lugar de nacimiento”.

Para los dominicanos, escuchar en el extranjero el merengue “Compadre Pedro Juan”, es una verdadera conmoción psíquica. Los antiguos griegos no tuvieron notación musical; no obstante “los modos” de su música llevaban nombres regionales: frigio, jónico, lidio. El merengue “Juan Gomero” tiene una historia local: un acordeonista de la línea noroeste, nacido en Cañongo, se enamoró de Dolores Pérez. De ahí vienen los versos: “Me gusta bailar con Lola/ porque Lola baila bueno./ Lola se deja llevar como caña p’al molino”. La política es, por supuesto, “territorial”. Está hecha de regiones, feudos, reinos, naciones. La música, como todos saben, alegra, une e identifica a todos los pueblos.

Ojalá que en las próximas campañas electorales los candidatos se hagan acompañar de los llamados “pericos ripiaos”. Así darían trabajo a los músicos populares, de tres en tres, en muchas provincias. Intereses, sentimientos y pasiones, andarían juntos durante algunos meses. Tambora, güiro y acordeón, ayudarían a reforzar la dominicanidad, ahora “oprimida” desde el exterior y “comprimida” desde la zona fronteriza. Los “expertos” en aparatos de sonido transportables están preparados para grabar cualquier tipo de música.

El folclore es la cultura de los pobres. Desde luego, entre pobres y ricos hay numerosos “puntos de contacto”; el béisbol, el moro de guandules, las habichuelas con dulce, el “mangú” con huevos y cebollas. Los merengues, viejos y nuevos, son elementos unitivos que facilitan la “colaboración entre clases sociales”. Quizás esto último sea el principal objetivo de la actividad política; que gente de arriba y de abajo “bailen pegaos”.

 

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